descubriendo la verdadera belleza


Había una vez en un lejano reino, una niña llamada Belén, que era conocida por ser muy celosa y enojona. Siempre se molestaba cuando no era el centro de atención y sentía mucha envidia hacia los demás.

Un día, llegó al reino un príncipe llamado Samuel. Aunque era bondadoso y amable, tenía un aspecto físico que muchos consideraban feo. Su nariz era grande y torcida, sus dientes estaban desalineados y tenía pecas por todo el rostro.

Belén se enteró de la llegada del príncipe Samuel y decidió conocerlo para ver si realmente era tan feo como decían. Cuando lo vio por primera vez, su expresión de desagrado fue evidente.

"¡Eres el príncipe más feo que he visto en mi vida!"- exclamó Belén sin poder contenerse. Samuel sonrió amablemente a pesar de las palabras hirientes de la niña. "Hola Belén, es un gusto conocerte"- respondió con calma.

"La belleza está en el interior ¿sabes? No deberías juzgar a las personas solo por su apariencia. "Belén no podía creer lo que estaba escuchando. Nadie había sido tan amable con ella antes.

Comenzó a sentir curiosidad sobre cómo alguien tan —"feo"  podía tener tanta confianza en sí mismo. Conforme pasaron los días, Belén comenzó a acercarse más a Samuel y descubrió que detrás de su apariencia física había un corazón lleno de bondad y sabiduría.

El príncipe siempre ayudaba a los demás y siempre tenía una palabra amable para todos. "Samuel, ¿cómo haces para ser tan amable y seguro de ti mismo?"- preguntó Belén un día, mientras caminaban juntos por el reino.

"Creo que la verdadera belleza no se encuentra en el rostro, sino en las acciones"- respondió Samuel. "Ser amable con los demás y tratar a todos con respeto es lo que realmente importa. No podemos controlar nuestra apariencia física, pero sí podemos elegir cómo tratamos a los demás.

"Belén reflexionó sobre las palabras del príncipe y comenzó a darse cuenta de que su actitud celosa y enojona solo la alejaba de las personas y le impedía disfrutar de las cosas hermosas que había a su alrededor.

Decidió cambiar su actitud y empezó a practicar la bondad hacia los demás. Poco a poco, fue dejando atrás sus sentimientos negativos y se convirtió en una niña más feliz y comprensiva.

Con el tiempo, Belén se dio cuenta de algo asombroso: cuanto más amable era con los demás, más belleza encontraba en ellos. La belleza interior brillaba intensamente cuando alguien era tratado con amor y respeto. Desde aquel día, Belén se convirtió en una niña querida por todos.

Aprendió que la verdadera belleza radica en el corazón y que no debemos juzgar a las personas por su apariencia exterior.

Y así vivieron felices Belén y Samuel, enseñando al mundo que la verdadera belleza está dentro de cada uno de nosotros.

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