Descubriendo las emociones en familia
Era un soleado sábado por la mañana en la casa de la familia Ramírez. Papá, mamá, y los tres hijos: Shanel, de 12 años; Sherly, de 8; y el pequeño Leonardo, de solo 5, estaban sentados en la mesa del desayuno.
"¡Qué rico el desayuno, mamá!" - dijo Sherly, mientras disfrutaba de su tostada.
"Gracias, pero me gustaría que algún día podamos ser más felices juntos, con menos peleas y más risas", respondió mamá, con una sonrisa algo preocupada en su rostro.
Poco después, mamá tuvo una idea brillante.
"¡Ya sé! ¿Qué les parece si empezamos a hablar sobre nuestras emociones?" - propuso con entusiasmo.
"¿Emociones? ¿Qué son exactamente?" - preguntó Leonardo, curioso y un poco confundido.
"Son lo que sentimos cuando estamos felices, tristes, enojados... todo eso, Leo", explicó Shanel, emocionada por el tema.
Mamá decidió que cada sábado aprenderían sobre una emoción en particular. Entonces, aquella mañana, hablarían sobre la felicidad. Para ello, planeó varias actividades.
"Primero, vamos a hacer un mural con cosas que nos hacen felices" - sugirió mamá, entregándoles papel y colores.
Mientras los niños dibujaban, mamá comenzó a notar que cada uno expresaba su felicidad de forma distinta. Shanel dibujó amigos, fiestas y paseos al parque. Sherly, por su parte, llenó su mural de animales y juegos, mientras que Leonardo sólo dibujó su abrazo con su perro.
"¿Por qué dibujaste solo eso, Leo?" - preguntó papá, interesado.
"Porque cuando abrazo a Rocky, siento que el mundo es perfecto" - respondió el niñito con ojos brillantes.
Al ver sus dibujos, mamá se sintió más conectada con sus hijos.
"Chicos, ¿no creen que a veces dejamos de lado las cosas que nos hacen felices?" - preguntó con un guiño.
Esa semana, decidieron hacer más cosas que los hicieran felices. Entre risas, juegos y mucho color, la familia se unió más. Sin embargo, al finalizar la semana, un imprevisto hizo que todo cambiara.
Un día, mientras regresaban de la escuela, Shanel se encontró con su amiga Sofía, quien parecía triste.
"¿Qué te pasa, Sofi?" - preguntó Shanel, preocupada.
"Es que me he peleado con mi mejor amiga..." - sollozó Sofía.
Shanel recordó lo que habían aprendido en casa.
"Ojalá lo puedas hablar con ella, a veces las emociones pueden confundirnos" - sugirió. Sofía sonrió con ese consejo, pero regresó a casa sintiéndose sola.
Al llegar, Shanel compartió la historia con su familia.
"Mamá, creo que necesitamos hablar de la tristeza ahora. Sofía está enfrentando algo duro" - dijo.
"Claro, pero también necesitamos aprender a ayudarnos mutuamente cuando estamos tristes" - respondió mamá, dándole un abrazo a Shanel.
Así, la familia organizó una actividad sobre la tristeza. Cada uno eligió un color para representar esa emoción: Shanel eligió el azul, Sherly el gris, y Leonardo el negro
"Porque a veces puede parecer oscuro, pero siempre vuelve la luz" - explicó Leonardo, haciendo que todos rieran.
Después de haberse expresado, decidieron elaborar cartas para sus amigos que se sentían tristes, coincidiendo en que una carta podría ayudar a levantar el ánimo. Al día siguiente, Shanel le llevó la carta a Sofía, y, después de una larga charla, decidieron resolver sus diferencias.
"¡Esto es genial! Hay que seguir así, ayudando a nuestros amigos y nuestras emociones" - exclamó Leonardo.
Cada semana traía una nueva emoción y una nueva lección. La familia se volvió experta en expresar lo que sentían y se convirtieron en un equipo increíble. De repente, no solo eran mejores en la comunicación, sino que también tenían más amigos y estaban más conectados entre ellos.
Así, las tardes que antes se pasaban discutiendo, ahora estaban llenas de risas, abrazos y un fuerte lazo de amor, donde cada uno entendía no solo sus emociones, sino también las de los demás.
"¡Qué bueno que decidimos hablar sobre las emociones!" - dijo mamá un día, emocionada por el crecimiento de su familia.
"Sí, porque ahora podemos ser felices juntos, incluso cuando estamos tristes" - añadió Shanel.
"Nuestra familia es el mejor lugar para aprender de las emociones" - concluyó Sherly, abrazando a sus hermanos.
Así, la familia Ramírez continuó creciendo, aprendiendo de sus emociones y ayudándose los unos a los otros en los días buenos y en los malos, demostrando que la comunicación y el amor siempre son la mejor enseñanza.
FIN.