Descubriendo Mi Cuerpo
Había una vez un niño llamado Mateo que estaba muy intrigado por todas las partes de su cuerpo. Desde sus pies hasta su cabeza, quería saber cómo funcionaban y para qué servían cada una de ellas.
Un día, decidió emprender un viaje por su propio cuerpo en busca de respuestas. Mateo se sentó en su habitación y comenzó a observar detenidamente sus manos.
Las movía, las abría y cerraba, se maravillaba con la destreza con la que podía agarrar sus juguetes favoritos. Luego pasó a sus brazos, flexionándolos y extendiéndolos mientras imaginaba que eran alas que lo llevarían a lugares lejanos. "¿Para qué sirven mis manos y mis brazos?", se preguntaba Mateo en voz alta.
Decidió continuar su exploración y se concentró en sus piernas. Caminaba de un lado a otro por su habitación, sintiendo el poderoso impulso que le daban para desplazarse de un lugar a otro.
Luego se detuvo frente al espejo y miró fijamente su rostro. "¿Y mi cara? ¿Por qué tengo ojos, nariz y boca?", reflexionaba Mateo.
Decidido a encontrar respuestas, Mateo decidió salir al jardín donde encontró a su vecina Clara, una anciana sabia que siempre tenía historias interesantes para contar. "Hola Clara", saludó Mateo con entusiasmo. "Estoy tratando de descubrir para qué sirven todas las partes de mi cuerpo. ¿Me podrías ayudar?". Clara sonrió con ternura y aceptó encantada la propuesta de Mateo.
Juntos empezaron a recorrer el jardín mientras ella le explicaba la importancia de cada parte del cuerpo humano: los ojos para ver el mundo que nos rodea, la nariz para oler las flores perfumadas, la boca para saborear alimentos deliciosos y comunicarnos con los demás.
"¡Wow! ¡Qué increíble es nuestro cuerpo!", exclamaba Mateo maravillado por todo lo que estaba aprendiendo. Pero justo cuando creían haber terminado el recorrido educativo, escucharon unos ruidos extraños provenientes del árbol más alto del jardín.
Era Panchito, el travieso gato del vecindario, atrapado en una rama muy alta sin poder bajar.
Sin dudarlo ni un segundo, Mateo puso en práctica todo lo aprendido sobre las partes de su cuerpo: usó sus manos para trepar ágilmente hasta llegar cerca de Panchito; extendió sus brazos para sostenerlo con cuidado; utilizó sus piernas fuertes para descender con equilibrio hasta el suelo; finalmente liberando al gato asustado entre aplausos emocionados de Clara.
"¡Gracias Mateo! ¡Eres todo un héroe!", exclamó Clara orgullosa mientras acariciaba cariñosamente a Panchito. Mateo sonreía radiante al darse cuenta de lo valiosas que eran todas las partes de su cuerpo no solo porque le permitían conocer el mundo sino también ayudar a quienes lo necesitaban.
Con esta nueva perspectiva regresó a casa feliz y lleno de gratitud por todo lo que había descubierto gracias a su curiosidad e ingenio.
FIN.