Descubriendo nuestro poder interior
Había una vez un niño llamado Mateo, quien tenía una imaginación muy poderosa. Siempre soñaba con ser un superhéroe y ayudar a los demás. Pero lo que no sabía era que dentro de él existía algo especial.
Una noche, cuando Mateo estaba acostado en su cama y la oscuridad comenzó a invadir su habitación, sintió un miedo intenso. No podía conciliar el sueño y se sentía solo. Entonces, decidió llamar a su ángel.
"Ángel de la luz, ¡ven a mí! Necesito tu ayuda", susurró Mateo con voz temblorosa. De repente, una brillante luz apareció en la habitación y allí estaba su ángel guardián. Tenía alas resplandecientes y un aura llena de calma y amor.
"No temas, Mateo", dijo el ángel mientras extendía sus brazos hacia el asustado niño. "Estoy aquí para protegerte siempre que lo necesites".
Desde ese día en adelante, cada vez que Mateo se sentía angustiado o solo, llamaba a su ángel y este acudía rápidamente para acompañarlo. Juntos pasaban horas hablando sobre sus miedos e inseguridades hasta que desaparecían por completo.
Un día, mientras jugaba en el parque con otros niños de su edad, Mateo descubrió algo sorprendente: tenía poderes especiales en sus manos. Cuando las levantaba al cielo y enviaba rayos de luz hacia las personas tristes o enfermas, estas cambiaban instantáneamente.
Mateo no podía creerlo ¡era como si sus manos tuvieran el poder de curar! A partir de ese momento, decidió utilizar su don para hacer el bien y ayudar a quienes más lo necesitaban. Un día, mientras caminaba por la calle, Mateo vio a un anciano sentado en un banco con lágrimas en los ojos.
Se acercó lentamente y puso sus manos sobre él. Al instante, una cálida luz envolvió al anciano y todas sus preocupaciones desaparecieron. "Muchas gracias, joven. Me has devuelto la alegría", dijo el anciano con gratitud.
Mateo sonrió y siguió su camino, decidido a usar sus poderes para cambiar el mundo. Cada vez que veía a alguien triste o enfermo, no dudaba en extender sus manos llenas de luz para brindarles esperanza y sanación.
Con el tiempo, las noticias sobre el niño que podía curar con solo tocar se extendieron por toda la ciudad. Las personas comenzaron a buscarlo para recibir su ayuda y pronto Mateo se convirtió en un verdadero héroe local.
Pero lo más importante es que Mateo aprendió que todos tenemos dentro de nosotros algo especial.
No necesitamos ser superhéroes con capa para marcar la diferencia en el mundo; basta con creer en nosotros mismos y utilizar nuestros talentos únicos para ayudar a los demás. Y así fue como Mateo descubrió su propósito: llevar luz y alegría a aquellos que más lo necesitaban.
Con cada rayo de luz enviado desde sus manos, recordaba siempre la importancia del amor y la compasión hacia los demás. Desde entonces, Mateo nunca volvió a sentir miedo de la oscuridad, porque sabía que su ángel siempre estaría allí para guiarlo y protegerlo.
Y cada vez que sentía angustia o soledad, recordaba el poder que tenía dentro de sí mismo para cambiar vidas y hacer del mundo un lugar mejor. Y así, Mateo se convirtió en un ejemplo inspirador para todos aquellos que creían en el poder de la bondad y la esperanza.
Su historia nos enseña que todos somos capaces de ser héroes en nuestras propias vidas, solo tenemos que dejar brillar nuestra luz interior y ayudar a los demás en su camino hacia la felicidad.
FIN.