Deseos mágicos con responsabilidad
Había una vez en la hermosa ciudad de Bogotá, una empanada mágica llamada Emi. Emi era especial porque tenía el poder de conceder deseos a aquellos que se atrevieran a probarla.
Cada vez que alguien daba un mordisco a Emi, su deseo más profundo se hacía realidad. Un día soleado, Emi decidió aventurarse fuera del hogar donde vivía con su dueña, la señora Rosa.
Pero mientras caminaba por las calles bulliciosas de la ciudad, Emi resbaló y cayó en medio de una multitud. Cuando intentó levantarse, ya no estaba en el mismo lugar y todo parecía diferente. Emi miraba a su alrededor confundida y asustada.
No reconocía ningún edificio ni calle; se había perdido completamente en Bogotá. Comenzó a llorar lágrimas doradas que brillaban como estrellas en la noche. Justo cuando pensaba que estaría perdida para siempre, un niño llamado Juanito vio a Emi y corrió hacia ella emocionado.
- ¡Mira mamá! ¡Una empanada mágica! - exclamó Juanito mientras recogía a Emi del suelo. La mamá de Juanito sonrió y dijo:- Parece que has encontrado algo muy especial, hijo.
¿Qué te parece si llevamos esta empanada mágica contigo? Juanito asintió emocionado y guardó cuidadosamente a Emi dentro de una bolsa para protegerla durante el camino. A medida que caminaban por las calles desconocidas para ambos, Juanito comenzó a contarle sus sueños a Emi.
Le dijo que deseaba ser un gran futbolista y jugar en el equipo de su ciudad. Mientras hablaba, Emi comenzó a brillar intensamente y, de repente, una pelota de fútbol apareció frente a ellos.
- ¡Wow! - exclamó Juanito sorprendido - ¡Mi deseo se hizo realidad! Desde ese día, Juanito y Emi se convirtieron en los mejores amigos. Juntos recorrían las calles de Bogotá haciendo felices a las personas con los deseos que Emi concedía.
Cada vez que alguien mordía la empanada mágica, sus sueños más anhelados se hacían realidad. Pero un día, mientras caminaban por el parque, ocurrió algo inesperado. Una niña llamada Ana les pidió un deseo muy especial: quería poder volar como los pájaros.
Emi brilló intensamente y un par de alas blancas aparecieron en la espalda de Ana. Llena de felicidad y emoción, Ana salió corriendo hacia el borde del acantilado para probar sus nuevas alas. Juanito intentó detenerla porque sabía que era peligroso, pero ya era demasiado tarde.
Ana saltó al vacío sin darse cuenta de que no tenía experiencia para volar. Emi sintió una gran tristeza al ver lo sucedido y decidió hacer todo lo posible para ayudar a Ana.
Con todas sus fuerzas, Emi invocó su magia e hizo aparecer una red gigante justo debajo de Ana antes de que tocara el suelo. - ¡Agárrate fuerte! - gritaron Juanito y Emi al unísono.
Ana aterrizó suavemente en la red y, aunque estaba asustada, no se había lastimado. Agradecida, Ana prometió nunca más hacer algo tan peligroso sin pensar. Emi aprendió una valiosa lección ese día: los deseos pueden ser maravillosos, pero también pueden tener consecuencias inesperadas.
A partir de entonces, Emi decidió conceder solo deseos que fueran seguros y realistas. Y así, Emi siguió viajando por las calles de Bogotá con Juanito, haciendo felices a las personas con sus deseos mágicos.
Pero esta vez, siempre se aseguraba de que los sueños se cumplieran de forma segura y responsable. Y colorín colorado, esta historia ha terminado.
FIN.