Despierta, Tomás
Había una vez un niño llamado Tomás, que siempre tenía sueños muy vividos y emocionantes. Cada noche, se sumergía en un mundo de aventuras donde podía volar como un pájaro y hablar con los animales.
Pero lo más sorprendente era que creía que esos sueños eran reales. Un día, mientras Tomás dormía plácidamente, su familia recibió una llamada urgente del médico.
Resulta que Tomás había estado en coma durante tres largos años debido a un accidente de bicicleta. Sus padres estaban preocupados y angustiados, pero también esperanzados de que algún día su hijo despertara.
Mientras tanto, en el mundo onírico de Tomás, él estaba teniendo una aventura increíble junto a su amigo imaginario, Max el perro parlante. Juntos recorrían bosques encantados y resolvían misteriosas pistas para encontrar tesoros escondidos. "Max, estoy tan contento de estar aquí contigo", dijo Tomás mientras saltaba por encima de las nubes rosadas.
"Y yo también estoy feliz de tenerte como compañero en estas aventuras", respondió Max con entusiasmo. Pero a medida que pasaba el tiempo en sus sueños, algo comenzó a sentirse diferente para Tomás.
Los colores se volvieron borrosos y la voz de Max se desvaneció poco a poco. Algo no estaba bien. Finalmente, después de mucho esfuerzo, el pequeño Tomás abrió los ojos lentamente y vio a sus padres llorando frente a él.
Estaba confundido y asustado al principio, pero luego recordó su última aventura con Max y se dio cuenta de que todo había sido solo un sueño. "¡Mamá, papá! ¡Estoy despierto!" exclamó Tomás emocionado. Sus padres lo abrazaron con fuerza mientras las lágrimas de alegría inundaban sus rostros.
Tomás pasó los siguientes días en el hospital, recuperándose y adaptándose a su nueva realidad. Aunque extrañaba a Max y todos los personajes fantásticos que había conocido en sus sueños, pronto descubrió que la vida real también tenía cosas maravillosas para ofrecerle.
Una vez que Tomás regresó a casa, decidió aprovechar al máximo cada momento.
Comenzó a explorar su barrio con nuevos ojos y descubrió la belleza de las pequeñas cosas: el canto de los pájaros por la mañana, el olor del pan recién horneado en la panadería local y las risas de sus amigos en el parque. A medida que crecía, Tomás nunca olvidó aquellos sueños tan reales que tuvo durante su coma.
Sabía que aunque no fueran reales en sí mismos, lo habían llevado a apreciar aún más la magia de la vida cotidiana. Con el tiempo, Tomás se convirtió en un joven valiente e inspirador.
Siempre recordaba cómo una vez pensó estar atrapado en un sueño eterno y cómo eso le enseñó a valorar cada día como si fuera una aventura única. Y así vivió felizmente hasta el final de sus días.
Y esa es la historia del niño llamado Tomás, quien aprendió que incluso cuando nuestros sueños parecen ser nuestra realidad, la vida real también puede ser un hermoso sueño si sabemos apreciarlo.
FIN.