Destrucción y Renacimiento



En una soleada tarde de sábado en la comuna de Tío Pujio, el salón del bingo estaba repleto de vida y risas. Rebeca y Hilda, dos amigas entrañables, se preparaban para celebrar el cumpleaños de Hilda en medio del bullicio de los juegos. Cada rincón del lugar estaba decorado con globos de colores y una gran torta en el centro de la mesa.

De fondo, resonaba la potente melodía de "Destrucción" de V8, lo que hacía que su corazón latiera más rápido. Sin embargo, lo que hacía vibrar el aire no solo era la música, sino la fuerte amistad que unía a estas dos mujeres.

"- ¡Feliz cumpleaños, Hilda!" gritó Rebeca mientras le entregaba un regalo envuelto con cariño.

"- ¡Gracias, Rebe! No puedo creer que ya tengo 78 años. ¡Qué locura!" respondió Hilda con una sonrisa llena de alegría.

"- ¡Y todavía tenemos mucha vida por delante!" bromeó Rebeca, lanzando un guiño.

Las dos se rieron. Habían pasado juntas por muchas etapas, desde su adolescencia en la secundaria, donde el metal argentino resonaba en sus corazones, hasta sus transformaciones en mujeres trans que finalmente se abrazaron a sí mismas. Habían recorrido un camino lleno de desafíos, pero también de triunfos.

En medio de la celebración, comenzaron a jugar. Las fichas de bingo iban y venían, y cada número sorteado traía consigo risas y gritos de emoción de sus amigos y familiares que las acompañaban. Sin embargo, un giro inesperado estaba a punto de ocurrir.

Un llamado de un hombre, que se presentó como el organizador del bingo, interrumpió la música. "- Señoras y señores, tenemos un anuncio especial: haremos un concurso de talentos. ¡El ganador se llevará un fabuloso premio!"

"- ¡Vamos a participar!" exclamó Hilda con entusiasmo.

"- ¡Sí! ¡Seremos las reinas del metal en el bingo!" agregó Rebeca, con una chispa en los ojos.

Las dos amigas se pusieron de acuerdo para interpretar una canción que había marcado su juventud. Con un poco de nerviosismo pero mucha energía, subieron al pequeño escenario improvisado. La música empezó a sonar, y mientras los acordes se dejaban llevar, el público se fue acercando.

"- ¡Vamos, Rebeca, dale con todo!" animó Hilda, mientras comenzaba a cantar con fuerza. Rebeca, emocionada, la siguió con tal entrega que sentía que estaba en el escenario de un gran festival de rock.

Sus voces resonaron por todo el salón, mientras sus corazones latían al ritmo de la música. Todos los presentes no solo aplaudieron, sino que también se dejaron llevar por la emoción y la energía de la actuación. Al finalizar, una ovación estalló en el lugar.

"- ¡Nunca había sentido algo así!" dijo Hilda, boquiabierta.

"- Ni yo. Fue increíble. " respondió Rebeca, sonriendo de oreja a oreja.

El organizador del bingo se acercó a ellas, emocionado. "- ¡Felicidades, han ganado el concurso de talentos!"

Las dos amigas se abrazaron, llenas de alegría, después de tantos años, todavía podían sentir esa chispa de vida y pasión.

"- ¡Esto es solo el comienzo!" gritó Hilda. "- ¿Quién diría que a nuestra edad todavía podríamos hacer esto?"

"- ¡Nadie!" respondió Rebeca. "- Pero nuestra historia no termina aquí. Siempre hemos sido luchadoras, y ese fuego nunca se apaga. "

La velada continuó con más risas, música y brindis. Rebeca y Hilda compartieron historias del pasado y sueños de futuro, inspirando a todos los presentes a nunca rendirse, a seguir buscando su camino y a abrazar su verdadero yo, sin importar la edad.

Mientras el sol se ocultaba, el ambiente se llenó de amor, amistad y esperanza. Así, esas dos viejas rockeras demostraron que, a pesar de los años, el espíritu de lucha nunca muere y que siempre hay espacio para la alegría y la celebración en nuestras vidas.

Y así, comenzó otro capítulo de su historia, una que seguirían escribiendo, celebración tras celebración, brindis tras brindis, y acorde tras acorde.

FIN.

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