Diana y Doldy en la Matera Mágica



Una mañana soleada, Diana, una niña curiosa y aventurera, se despertó con una idea brillante.

"Hoy voy a descubrir algo nuevo, ¡necesito mi matera!"

Diana tenía una matera mágica que su abuela le había regalado. Siempre que la llenaba de hierbas y mate, le ocurrían cosas extraordinarias. Ella se sentía como una exploradora del mundo.

Salió corriendo hacia el patio donde, junto a su matera, estaba Doldy, un pequeño dragón de juguete que la acompañaba en todas sus aventuras.

"¡Doldy! ¿Te gustaría venir conmigo a aventurarnos?"

Doldy, que tenía un corazón valiente aunque fuera de juguete, estuvo de acuerdo.

"¡Sí! Siempre estoy listo para volar a nuevas historias."

Diana llenó su matera con hojas frescas de yerba mate y, al instante, un vapor colorido salió de la matera.

"¡Mirá, Doldy! ¡Es como una puerta mágica!"

Con un gran salto, Diana y Doldy saltaron dentro de la nube gaseosa y, al abrir los ojos, se encontraron en un lugar diferente. El cielo era de un violeta brillante y las nubes eran de algodón de azúcar.

"¿Dónde estamos?" preguntó Doldy, atónito.

"No lo sé, pero se ve divertido. Vamos a explorar!"

Caminando por esa tierra mágica, se encontraron con animales que hablaban. Una mariposa de colores brillantes se acercó.

"¡Hola, visitantes! Soy Maripola. Bienvenidos al Reino de los Sabores. Aquí, cada fruta tiene una historia. ¿Quieren conocerlas?"

"¡Sí!" respondieron ambos al unísono.

Maripola los condujo a una gran plaza en donde se encontraban frutas cuyos colores brillaban y cuyo aromas llenaban el aire.

"Esta es la Sandía Saltarina. Cuentan que hace décadas un pez se enamoró de una sandía y ¡voilà! Así se creó. Y quien la prueba, siente cómo le brotan las ganas de bailar."

Diana, intrigada, tomó un trozo y lo probó. En un momento, sus pies comenzaron a moverse solos.

"¡Esto es increíble!" gritó mientras se movía al ritmo de la música que surgía de la plaza.

Doldy, entusiasmado, también probó un poco de la sandía y comenzó a dar saltos como si estuviera danzando por el cielo.

Pero de repente, el cielo se nubló y una gran sombra se extendió sobre la plaza. Un kiwi enorme, que parecía un verdadero gigante, apareció.

"¡Alto! Nadie puede disfrutar los sabores sin antes pasar una prueba!"

Todos se quedaron en silencio, asustados ante el gigante kiwi.

Diana, a pesar del miedo, sintió que debía hacer algo.

"¿Qué tipo de prueba?" preguntó valientemente.

"Deben demostrar que pueden trabajar en equipo. Necesito que traigan el agua fresca de la colina más cercana, antes de que caiga el sol. Esta es la única forma de que la plaza vuelva a brillar."

Sin dudarlo, Diana y Doldy se miraron y asintieron.

"Vamos a hacerlo juntos, Doldy. ¡Nada es imposible!"

Ambos salieron corriendo hacia la colina, sorteando obstáculos como árboles que hablaban y ríos de caramelos. Al llegar a la cima, encontraron un arroyo de agua fría y pura.

"¡Aquí está! ¿Cómo lo llevamos hasta la plaza?" preguntó Doldy, preocupado.

Diana miró a su alrededor y tuvo una idea.

"¡Podemos usar las hojas enormes que hay por aquí!"

Con esfuerzo y coordinándose perfectamente, juntaron las hojas y formaron un gran recipiente improvisado. Así llenaron el agua y empezaron el regreso.

Cuando llegaron a la plaza, el gigante kiwi las esperaba.

"¡Lo hicieron! Ahora, por favor, viertan el agua aquí."

Diana y Doldy, felices, hicieron lo que pidió el kiwi.

Al instante, la plaza comenzó a brillar con más fuerza. Las frutas sonrieron y las risas volvieron al lugar.

"¡Gracias, valientes! ¡Ahora pueden disfrutar de todos los sabores!"

Diana y Doldy celebraron junto a los habitantes del Reino de los Sabores.

Cuando todo terminó, Diana supo que era hora de volver a casa. Se despidió de todos, prometiendo volver pronto.

"Adiós, amigos! Recuerden, el trabajo en equipo siempre será la clave para superar cualquier desafío."

Y así, Diana y Doldy saltaron de nuevo a su matera mágica. Al abrir los ojos, estaban de vuelta en su patio.

"Fue una aventura increíble, Doldy. Nunca olvidaré lo que aprendimos hoy. ¡Siempre juntos!"

Doldy respondió con una sonrisa brillosa.

"¡Sí! ¡Y a comer sandía después!"

Con un gran abrazo, ambos decidieron que esta era solo una de muchas aventuras por venir, donde aprenderían que juntos, podían enfrentar cualquier cosa.

FIN.

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