Diana y el Malvado en Quirihue
En el pequeño pueblo de Quirihue, había una niña llamada Diana, conocida por su gran corazón y su inagotable curiosidad. Diana siempre soñaba con explorar los rincones mágicos del bosque que rodeaba su hogar, pero un día, un oscuro rumor comenzó a circular entre los habitantes del pueblo: un malvado hechicero, conocido como el Malvado, había llegado y estaba causando estragos en el lugar.
Una mañana soleada, mientras Diana jugaba cerca del río, escuchó a sus vecinos hablar con preocupación:
"Dicen que el Malvado robó todos los colores del arcoíris y los escondió en su castillo oscuro", dijo Marta, la anciana del pueblo.
Diana, intrigada por la historia, decidió que tenía que hacer algo.
"¿No podemos ir a recuperar los colores?", preguntó ella.
"Es muy peligroso, Diana", respondió su hermano, Tomás. Pero Diana tenía una idea.
Esa misma tarde, preparó su mochila con algo de comida, su linterna y un mapa del bosque.
"Voy a buscar los colores y devolver la alegría al pueblo", declaró. Tomás, contento con la determinación de su hermana, decidió acompañarla.
Al entrar al bosque, el entorno se volvió mágico: los árboles susurraban con el viento y las flores brillaban con los colores que el Malvado había robado. Al poco tiempo, se encontraron con un anciano llamado Don Nicolás, conocido por ser el guardián del bosque.
"¿A dónde van, niños?", preguntó con una voz suave.
"Vamos a enfrentar al Malvado para recuperar los colores del arcoíris", respondió Diana con valentía.
"Con mucho cuidado, el Malvado es astuto y puede intentar engañarles", advirtió Don Nicolás. "Pero cada vez que se ve una sombra, hay un destello de luz cerca de ustedes. Sigan su camino con confianza".
Diana y Tomás continuaron su travesía, siguiendo las indicaciones del anciano. Pronto se encontraron frente a un enorme castillo oscuro, lleno de espinas y sombras.
"Aquí es donde vive el Malvado", dijo Tomás, un poco asustado.
"Pero no podemos rendirnos ahora", respondió Diana con determinación.
Mientras exploraban el castillo, se encontraron con una puerta custodiada por un monstruo de sombras, que bloqueaba el paso.
"¡Alto! No pueden pasar sin resolver mi acertijo!", dijo el monstruo.
"¿Qué acertijo?", preguntó Diana. El monstruo sonrió, mostrando sus colmillos.
"¿Qué es lo que da siempre sin pedir nada a cambio?".
Diana pensó por un momento y recordó las enseñanzas de su madre acerca de la generosidad.
"¡El amor!", respondió con firmeza.
El monstruo se rió, sorprendido por su respuesta y, al instante, se desvaneció en una lluvia de luces brillantes.
"¡Lo logramos!", gritó Tomás emocionado, mientras se abría el pasadizo hacia el interior del castillo.
Dentro, cada habitación estaba oscura y vacía. Pero de repente, Diana vio un destello en la distancia. Sin pensarlo, corrió hacia la luz. Al llegar, se encontró con un gran cofre donde estaban guardados todos los colores del arcoíris.
"¡Aquí están!", exclamó.
Pero en ese momento, el Malvado apareció, rodeado de sombras.
"¿Quién se atreve a interrumpir mi reino de oscuridad?", rugió el Malvado, su voz retumbando por las paredes.
Diana, valiéndose de su valentía, se plantó frente a él.
"¡Yo soy Diana y no permitiré que escondas los colores!".
"¿Y qué harás tú, niña?", se rió el Malvado.
Diana recordó lo que Don Nicolás había dicho sobre la luz y decidió usarla. Con todo su esfuerzo, habló con su corazón.
"Te invito a sentir la alegría que traen los colores. Quizás tú también puedas ser feliz".
El Malvado quedó confundido. Nadie jamás le había hablado así. Al principio, se mantuvo firme en su oscuridad, pero la sinceridad de Diana empezó a abrir un pequeño rayo de luz en su corazón.
"No sé qué es eso... ¿felicidad?", murmuró el Malvado, comenzando a cuestionarse a sí mismo.
Con un destello de esperanza, Diana le dijo:
"Si nos devuelves los colores, podrías conocer una amistad genuina. Nunca es tarde para cambiar".
El Malvado miró a su alrededor, viendo que su reino de sombras se sentía frío y solitario. Poco a poco, comenzó a sentir el deseo de cambiar.
"Está bien, lo haré", dijo, y con un gesto de su mano, hizo que colores vibrantes llenaran el cofre.
Diana y Tomás no podían creerlo. Con los colores recuperados, el hogar y el bosque recobraron su alegría. Saliendo del castillo, el Malvado ya no era más un ser oscuro; decidió unirse a ellos y ayudar a devolver los colores a cada rincón de Quirihue.
El pueblo celebró el regreso del arcoíris, y el Malvado fue bien recibido entre todos. Diana, Tomás, y el ahora amigo Malvado aprendieron que la bondad y el entendimiento pueden cambiar incluso los corazones más oscuros.
"Hoy comienza una nueva historia, una llena de colores y amigos!", exclamó Diana.
Así, Quirihue se llenó de risas y alegrías, y todos aprendieron que siempre hay lugar para el cambio, la amistad y la luz en sus corazones.
FIN.