Diego, el ratón futbolero



En un pequeño y colorido pueblo llamado Ratónville, vivía un ratoncito llamado Diego. Al contrario de otros ratones que preferían hacer quesos o jugar entre las paredes de las casas, a Diego le apasionaba el fútbol. Todos los días, después de hacer sus tareas, se iba corriendo a la cancha del barrio, con su balón bajo el brazo y una sonrisa que le iluminaba el rostro.

Un día soleado, Diego llegó a la cancha y se encontró con sus amigos, quienes ya estaban listos para jugar un partido. Entre ellos estaban Lila, una ratoncita veloz, y Bruno, un ratón más grandote pero con un gran corazón.

"¡Hola, chicos! ¡Vamos a jugar a la pelota!" - gritó Diego emocionado.

"¡Sí! Pero esta vez quiero ganar, ¿no les parece?" - dijo Bruno, mientras se estiraba los brazos.

Así, comenzaron el partido. Al principio, Diego jugaba increíble, driblando a los contrincantes con movimientos ágiles y llenos de energía. Pero pronto, el equipo rival, liderado por un ratón llamado Carlos, comenzó a ganar terreno.

"¡Vamos, Diego! ¡No te rindas!" - animó Lila desde un costado.

"¡Sí! ¡Todo se puede con esfuerzo!" - agregó Bruno, aunque ya estaba un poco cansado.

A medida que pasaban los minutos, el cansancio se fue apoderando de Diego. Su energía empezaba a decaer y, a pesar de los alientos de sus amigos, sintió que era momento de rendirse. Ya estaba 2-0 en contra y parecía que el otro equipo tenía todo controlado.

"No puedo más, chicos. Creo que no vamos a ganar" - dijo Diego con voz apagada.

"No te desanimes, Diego. A veces, los partidos son difíciles y hay que luchar hasta el último minuto. Además, ¡esto es un equipo! Si uno cae, los otros deben levantarse" - le respondió Lila con un tono alentador.

El ratoncito pensó en lo que su amiga le dijo. Así fue como decidió que no se iba a rendir tan fácilmente. Se puso de pie, se sacudió el polvo y miró a sus amigos.

"Tienen razón. ¡Vamos a darlo todo!" - exclamó con renovada energía.

Los tres amigos se agruparon, estableciendo una estrategia para hacer un buen juego en conjunto. Era hora de trabajar en equipo. Lila se encargó de correr velozmente por la banda, Bruno bloqueaba a los rivales, y Diego se enfocaría en los pases, buscando siempre a sus amigos.

Con el alma renovada, comenzaron a jugar en serio. En una jugada perfecta, Lila corrió y luego pasó la pelota a Diego, quien, con una técnicasidable, hizo un pase encantador hacia Bruno.

"¡Dale, Bruno!" - gritaron ambos, mientras él se lanzaba al arco.

"¡Gol!" - estallaron en un grito de júbilo cuando la pelota entró en la red.

El partido continuó y, ahora, parecía que el equipo de Diego tenía otra vez el control del juego. En una última jugada, Diego recordó la importancia de nunca rendirse.

"¡Vamos a hacerlo juntos!" - dijo Diego, y los tres se movieron, pasándose el balón sin parar.

"¡Uno, dos, tres!" - contaron al unísono. 

"¡GOOOL!" - gritaron todos juntos cuando lograron empatar el partido justo a tiempo.

El árbitro pitó y el juego terminó. Aunque no habían ganado, se habían esforzado, habían jugado juntos y, lo más importante, habían aprendido a nunca rendirse, trabajando como un verdadero equipo.

"Qué gran partido hicimos, chicos. A veces la victoria no es el resultado, sino todo lo que aprendemos en el camino" - reflexionó Diego, con una gran sonrisa en su rostro.

"¡Sí! ¡El trabajo en equipo es la clave!" - añadió Lila, aún saltando de alegría.

"La próxima vez será, estoy seguro. ¡Contemos siempre con la ayuda del otro!" - dijo Bruno, mirando con cariño a sus amigos.

Y así, Diego y sus amigos seguían jugando al fútbol, disfrutando del mágico juego, aprendiendo de cada partido y creciendo juntos, siempre listos para la próxima aventura en la cancha.

FIN.

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