Diego y el Gran Viaje de los Carros



Era un día soleado en la casa de Diego, un niño de dos años que vivía con mamá y papá. Diego siempre estaba lleno de energía y curiosidad. Le encantaba jugar con sus carros de juguete, que eran de todos colores: rojo, azul, verde y amarillo.

Una tarde, mientras jugaba en el jardín con sus carros, su abuelita salió a tomar el té.

"¿Diego, querés venir a tomar un poco de té con fresas?" - le preguntó, con una sonrisa.

"¡Sí, abuelita!" - gritó Diego, corriendo hacia ella.

Luego de disfrutar de las fresas y charlar un rato, Diego tuvo una idea.

"Abuelita, ¿podemos ir de viaje?" - preguntó entusiasmado.

"¡Claro que sí, mi amor! Pero, ¿a dónde te gustaría ir?" - respondió su abuelita, intrigada.

"¡Quiero ir al país de los carros!" - dijo Diego, con los ojos brillantes.

Su abuelita rió a carcajadas.

"¡El país de los carros! No sabía que existía. ¿Exactamente cómo es ese lugar?"

"Es un lugar donde todos los carros hablan y tienen aventuras. ¡Podemos pasear en espagueti!" - explicó Diego, emocionado.

La abuelita decidió que tenía que hacer realidad el deseo de Diego. Así que se acercó a sus padres.

"Muchachos, Diego quiere ir al país de los carros. ¿Podemos organizar un viaje?" - preguntó la abuelita.

"¡Suena divertido!" - dijo papá.

"¿Y podemos llevar tacos para comer?" - sugirió mamá.

"¡Sí, sí! ¡Con fresas de postre!" - exclamó Diego.

El plan estaba hecho. Al día siguiente, tempranito, se prepararon para el viaje. Llenaron la mochila con espagueti, tacos y todas las fresas del mercado.

"¡Vamos, Diego!" - dijo mamá.

"¡Sí! ¡Aventuras!" - gritó Diego, mientras corría hacia el auto.

El viaje comenzó. Mientras conducían, mamá y papá le contaron historias sobre carros. La familia se reía y cantaba canciones.

"Miren ahí, un carro rojo. ¡Es un Ferrari!" - dijo papá, señalando un auto en la carretera.

"¡Yo tengo un carro rojo también!" - dijo Diego, orgulloso de su juguete.

Después de un rato, Diego se quedó dormido en su asiento. Soñaba que estaba en el país de los carros, rodeado de autos de todos los estilos. De repente, un carro azul se le acercó.

"¡Hola, pequeño! Soy Rayo, el carro velocista. ¿Te gustaría dar una vuelta en mi carro espagueti?" - preguntó Rayo, emocionado.

"¡Sí! ¡Por favor!" - contestó Diego.

Cuando despertó, estaba de regreso en el auto con mamá y papá.

"¿Diego? ¿Viste el país de los carros en tu sueño?" - preguntó mamá.

"Sí, había un carro de espagueti que me llevó a conocer a muchos amigos. Todos hablaban y jugaban con sus juguetes" - explicó Diego, con los ojos aún llenos de magia.

"Bueno, algún día podríamos inventar un juego así en el parque, ¿no les parece?" - propuso papá.

"¡Sí! ¡Y llevaremos fresas!" - agregó Diego.

Finalmente, llegaron al destino, un bonito parque, donde el césped era verde y los árboles danzaban con el viento.

"¡A jugar!" - dijo mamá, sacando los tacos y fresas de la mochila.

"¡Y a correr como carros!" - gritó Diego mientras empezaba a correr entre las flores.

Diego pasó un día increíble con su familia, imaginando carreras de carros e inventando nuevas aventuras, siempre con una fresa en la mano.

Al caer la tarde, la familia regresó a casa, cansados pero felices.

"Hoy fue un día grandioso, gracias por el viaje, familia" - dijo Diego, bostezando.

"Nosotros hicimos la aventura, pero vos la llenaste de alegría" - le respondió su papá, acariciando su cabeza.

"Y ahora me queda un montón de historias para contarles a los carros de espagueti en mis sueños" - afirmó Diego, sonriendo antes de cerrar los ojos.

Y así, Diego soñó con aventuras en el país de los carros, mientras su familia lo abrazaba con amor. Porque, al fin y al cabo, no había nada mejor que compartir esos momentos junto a quienes más quería.

FIN.

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