Diego y la Búsqueda de La Paz
Había una vez un joven llamado Diego, que a sus 24 años, sentía que aún le faltaba mucho por lograr. Miro a su alrededor y vio a tantos amigos que parecían tener todo claro. Eso lo hizo decidir que era hora de un cambio.
"¡Quiero ser más fuerte y sentirme mejor conmigo mismo!" – exclamó un día, decidido. Para eso, empezó a correr por el parque. Sin embargo, no era tan fácil. Primera vuelta, segunda, tercera... después de cinco minutos ya estaba exhausto. Se sentó en una banca, un poco desilusionado.
De repente, se acercó un hombre mayor que estaba viendo todo desde una distancia. Tenía una gran barba blanca y una sonrisa amable.
"Hola, pibe. Te veo entrenando. ¿Te gustaría que te diera algunos consejos?"
"Sí, por favor. Me siento un poco perdido..."
"Empezá despacio. Cada pequeño paso cuenta. ¿Por qué no hacés lo mismo pero con un poco más de calma? ¿Y si sumás algunos ejercicios de fuerza también?"
Diego escuchó cada palabra con atención y decidió que seguiría sus consejos. Así que, durante semanas, combinó correr con ejercicios en casa. En poco tiempo, sentía que su cuerpo era más fuerte y sus piernas le respondían mejor.
Una tarde, mientras hacía flexiones, vio a un grupo de chicos entrenando en un aro de básquet. Se le ocurrió acercarse.
"¡Hola! ¿Puedo jugar con ustedes?"
"Claro, vení!" – respondieron ellos sonrientes.
Al principio no pudo encestar, pero se divirtió tanto que prometió volver y seguir practicando. Días después, cada tarde, estaba ahí, mejorando su juego y disfrutando del deporte.
Sin embargo, había algo más que Diego quería cambiar: su mente. Se percató de que muchas veces se desanimaba rápidamente. Un día, una de sus compañeras de juego, Lucía, lo vio con cara de preocupación.
"¿Qué te pasa, Diego? Veo que te cuesta un poco cuando las cosas no salen bien."
"Es que a veces siento que no puedo lograr lo que quiero..."
"¿Sabés qué? Es natural sentirse así. La clave está en no rendirse. ¡Hacelo por vos mismo y disfrutá el proceso!"
Diego reflexionó sobre sus palabras y decidió que no dejaría que la frustración lo parara. Cada vez que fallaba en el básquet, se decía a sí mismo que estaba aprendiendo y que lo intentaría de nuevo. Luego, un día, por fin logró encestar de tres puntos.
"¡Lo logré!" – celebró con sus amigos, saltando de alegría. "Esto es gracias a todo lo que he trabajado. ¡No voy a detenerme aquí!"
Así, Diego siguió centrándose en su estado físico y mental. Incorporó la meditación a su rutina. Se sentaba cada mañana en su habitación, respiraba profundo y pensaba en todo lo que había logrado. Con el tiempo, se dio cuenta de que necesitaba más; no sólo su cuerpo, sino también su entorno. Así que decidió hacer algo grande: organizar una jornada de deporte y bienestar en su barrio, para que otros pudieran vivir esta experiencia.
Juntó a sus amigos y empezaron a prepararse. A través de placeres como la música, actividades al aire libre y talleres de bienestar, lograron reunir a muchas personas. Llenaron el parque de risas y sonrisas. Al final del día, todos se sintieron felices y llenos de energía.
"¡Hoy encontré La Paz!" – gritó Diego entre sus amigos, en medio de tantos abrazos.
La gente aplaudía y sonreía, porque no solo habían estado activos físicamente, sino que también habían compartido algo mucho más grande: la alegría de superarse y compartir con los demás.
A partir de aquel día, Diego entendió que su búsqueda de La Paz no solo lo beneficiaba a él, sino a todos a su alrededor. Y así, cada vez que se sentía perdido, recordaba que lo más importante era seguir avanzando y mantener una mente abierta y positiva.
Y colorín colorado, este cuento se ha acabado.
FIN.