Diego y las luces de Navidad
Era una noche de diciembre en el barrio de Diego. Las estrellas brillaban en el cielo, pero él sabía que había algo aún más especial en el aire: las luces de Navidad. Cada año, las calles se llenaban de color y alegría, y esta vez, Diego estaba decidido a vivir esa mágica experiencia con su abuela Clara.
"Abuela, ¿vamos a ver las luces esta noche?" - preguntó Diego con una energía contagiosa.
"Por supuesto, mi amor. ¡Es una tradición! Pero primero, ayúdame a preparar unas galletitas para los vecinos, así los sorprendemos mientras paseamos" - respondió Clara con una sonrisa.
Diego se emocionó mucho. Hicieron una tanda de galletitas de jengibre, llenando la casa con un aroma delicioso. Una vez listas, cargaron una bandeja con algunas y salieron de casa, rumbo a la plaza.
Al llegar, Diego se quedó maravillado. Las luces parpadeaban en cada árbol, las casas estaban decoradas con cintas brillantes y figuras de copos de nieve. Era como si el mundo se hubiera transformado.
"¡Mirá, abuela! ¡Ese árbol es gigante!" - exclamó Diego señalando un enorme abeto, lleno de luces de colores.
"Sí, cariño. Cada luz tiene una historia y cada ornamentación un recuerdo. Hay que darnos un momento para apreciar la belleza que nos rodea" - dijo Clara.
Mientras admiraban el espectáculo, se acercaron a un grupo de niños que estaban construyendo un muñeco de nieve. Diego se animó y empezó a ayudarles. Pronto, se formó un gran muñeco de nieve con una nariz de zanahoria y una bufanda roja.
"¡Es el mejor muñeco de la ciudad!" - se rieron los niños.
De repente, una niña se acercó llorando. Se le había caído su gorrito nuevo y no podía encontrarlo.
"No te preocupes, yo te ayudo a buscarlo" - le dijo Diego y, junto a sus nuevos amigos, comenzaron a buscar por toda la plaza.
Después de un rato, dieron con el gorro detrás de un arbusto.
"¡Lo encontré!" - le dijo Diego a la niña, que sonrió aliviada.
"¡Gracias! No sé qué hubiera hecho sin ustedes" - dijo la niña, secándose las lágrimas.
Finalmente, todos decidieron volver a admira las luces y compartir las galletitas que habían preparado. Al caer la noche, la plaza estaba repleta de risas, música y el aroma de las galletitas recién horneadas.
"¿Ves, Diego? A veces, las experiencias más emocionantes nacen de gestos simples, como ayudar a un amigo" - dijo Clara mientras miraban el árbol iluminado.
A medida que avanzaba la noche, Diego comprendió que la verdadera magia de la Navidad no solo eran las luces o los regalos, sino los momentos compartidos con los seres queridos y las nuevas amistades.
Mientras regresaban a casa, pudo ver la plaza desde una distancia. Las luces continuaban deslumbrando, pero en su corazón llevaba una luz aún más brillante: el valor de la solidaridad y la alegría de dar sin esperar nada a cambio.
"¡Hasta el próximo año, luces mágicas!" - susurró Diego, mientras se aferraba a la mano de su abuela, listo para un nuevo día lleno de aventuras y bondad.
FIN.