Diferencias Especiales


Había una vez en la selva un elefante llamado Ezequiel, quien era muy grande y fuerte. A pesar de su tamaño imponente, Ezequiel tenía un corazón amable y siempre trataba a todos los animales con respeto.

Sin embargo, había otro animal en la selva que no compartía el mismo espíritu amigable. Se trataba de Capibara, una pequeña criatura que solía burlarse de los demás animales por sus diferencias físicas.

Un día soleado, mientras Ezequiel se bañaba en el río para refrescarse, Capibara decidió acercarse y hacerle una broma cruel. Se escondió detrás de unos arbustos y comenzó a imitar los movimientos torpes del elefante.

- ¡Miren a ese elefante tan grande! -se rió Capibara mientras hacía gestos exagerados-. ¡No puede ni caminar sin tropezar! Ezequiel escuchó las risas y miró alrededor buscando la fuente de ellas. Al ver a Capibara burlándose de él, el elefante decidió no dejarse llevar por la ira.

En cambio, se acercó lentamente con una sonrisa en su rostro. - Hola, Capibara -dijo Ezequiel calmadamente-. ¿Por qué te estás riendo? Capibara quedó sorprendido al ver que el elefante no estaba enfadado como esperaba. - Eh... bueno...

solo estaba jugando -respondió nervioso-. No quería ofenderte. Ezequiel levantó su trompa hacia arriba y acarició suavemente la cabeza de Capibara.

- Entiendo que te diviertas jugando, pero recuerda que las bromas no deben hacer daño a los demás -dijo el elefante con dulzura-. Todos somos diferentes en esta selva, y eso es lo que nos hace especiales. Capibara bajó la mirada avergonzado por su comportamiento. - Tienes razón, Ezequiel. Me disculpo por haberme burlado de ti.

No volverá a ocurrir. Ezequiel sonrió y asintió. - Aprecio tu disculpa, Capibara. Pero más importante aún es aprender a valorar nuestras diferencias y encontrar formas de divertirnos sin lastimar a nadie.

¿Qué te parece si jugamos juntos? Capibara levantó la mirada con una mezcla de sorpresa y alegría. Nunca antes había sido invitado a jugar por otro animal de la selva.

- ¡Claro! ¡Me encantaría jugar contigo, Ezequiel! Desde ese día, Ezequiel y Capibara se convirtieron en grandes amigos. Juntos exploraban la selva, reían y disfrutaban del compañerismo sin importar sus diferencias físicas.

La historia de Ezequiel y Capibara fue conocida por todos los animales de la selva como un ejemplo inspirador de amistad y respeto mutuo.

A partir de entonces, cada vez que alguien intentaba burlarse o hacer daño a otro animal por sus diferencias físicas, recordaban el valioso mensaje que estos dos amigos habían enseñado: "Las diferencias nos hacen únicos; el respeto nos hace amigos".

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