Dilay, la amiga solidaria


Había una vez en un pequeño pueblo llamado Villa Feliz, una niña de pelo largo y brillante que se llamaba Dilay. Dilay era conocida por ser muy llorona, siempre tenía lágrimas en los ojos y suspiraba con tristeza.

Un día, mientras paseaba por el parque del pueblo, Dilay se sentó en un banco y comenzó a llorar. Una señora mayor que pasaba por allí se acercó a ella y le preguntó: "¿Por qué lloras, querida?".

Entre sollozos, Dilay respondió: "Lloro porque tengo hambre y no sé qué hacer". La señora mayor, conmovida por la tristeza de Dilay, decidió ayudarla.

La llevó a su casa y le preparó una deliciosa merienda con sándwiches de mermelada y jugo de frutas frescas. Mientras comían juntas, la señora le dijo a Dilay: "-Nunca debes tener miedo de pedir ayuda cuando lo necesites, siempre habrá alguien dispuesto a tender una mano amiga".

Dilay se sintió muy agradecida y prometió recordar esas palabras para siempre. A partir de ese día, cada vez que sentía hambre o cualquier otra preocupación, sabía que podía contar con el apoyo de las personas que la rodeaban.

Poco a poco, Dilay dejó de ser tan llorona y empezó a sonreír más seguido. Se convirtió en una niña valiente y solidaria que siempre estaba dispuesta a ayudar a los demás.

Con el tiempo, Villa Feliz se llenó de alegría gracias al cambio positivo que experimentó Dilay. Todos en el pueblo admiraban su fuerza interior y su bondad. Y así, entre risas y abrazos sinceros, Dilay descubrió que nunca más tendría motivos para llorar por hambre u otras dificultades.

Porque había aprendido la lección más importante: la importancia de pedir ayuda cuando la necesitamos y estar ahí también para los demás.

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