Dino el Dinosaurio Valiente



En un verde y frondoso valle, lleno de árboles grandes y flores coloridas, vivía un dinosaurio llamado Dino. Dino era un simpático diplodocus con un largo cuello y una cola que podía agitar como una banderita. Pero había algo que lo hacía sentir diferente de los demás. Mientras todos los otros dinosaurios se juntaban para jugar al escondite, Dino siempre se sentía un poco fuera de lugar.

Un día, todo el grupo de dinosaurios decidió organizar un gran concurso de saltos. Los tyrannosaurus, velocirraptores y estegosaurios se alinearon, listos para mostrar sus impresionantes saltos. Dino se animó y se acercó a la fila.

"¡Yo también quiero participar!" - dijo él con emoción.

Los demás dinosaurios lo miraron con sorpresa. Un velociraptor, con su mirada astuta, se rió y dijo:

"¿Tú? ¿Saltando? ¡Eres demasiado grande, Dino!"

"Sí, buscaré... ¡el mejor salto del mundo!" - respondió él, lleno de determinación.

Dino se alejó, pensando en cómo podía hacer un gran salto, aunque sabía que no era su mayor habilidad. Comenzó a correr, pero cada vez que intentaba saltar, simplemente terminaba tropezando y cayendo en el barro.

Desanimado, suspiró y se sentó de culo en la hierba. Mientras miraba a los otros dinosaurios saltar y reír, sintió que sus grandes patas eran una carga y no un regalo. Justo entonces, una pequeña tortuga llamada Tula se le acercó.

"¿Qué te pasa, Dino?" - le preguntó con curiosidad.

"Quiero encajar, pero no puedo saltar como los demás. Siento que nunca seré como ellos" - confesó el dinosaurio.

Tula sonrió y le dijo:

"Pero tú eres especial, Dino. Puedes alcanzar cosas altas con tu cuello. ¡Tal vez eso sea lo que te hace único!"

- ``No lo sé... Pero todos están disfrutando y yo sólo me lleno de barro...`` - murmuró Dino, mirando su reflejo en el charco.

Sin embargo, la tortuga tenía una idea.

"¿Qué tal si hacemos algo diferente? Azul, el ave carpintera, está haciendo una gran fiesta en la cueva de la montaña. ¡Podrías ayudarle!"

"¿Ayudar a organizar la fiesta?" - preguntó Dino, con curiosidad.

"Sí, y puedes utilizar tu gran tamaño para hacer que todo sea más divertido. A todos les encantará tenerte allí."

Dino se sintió emocionado y decidió intentar. Junto a Tula y algunos amigos, se dirigieron a la cueva y comenzaron a ayudar a Azul.

"¡Miren! ¡Dino, acelera eso un poco!" - gritó Azul, mientras una lluvia de confeti caía del cielo.

"¡Claro! ¡Ya va!" - dijo Dino mientras movía su cola, esparciendo confeti por todo el lugar.

Los dinosaurios comenzaron a llegar a la fiesta, admirando cómo todo se veía hermoso.

"¡Guau! ¡Miren qué lindo está!" - exclamó un estegosaurio.

"¡Gracias a Dino! Esta fiesta es su idea...¡Y miren cómo ayudó!"

"¡Sigue ayudando así, Dino!" - gritó un triceratops, animando.

Dino sintió cómo su corazón se llenaba de alegría. Todos estaban disfrutando y resaltando su papel en la fiesta. Al final del día, todos se sentaron a compartir historias y risas.

"¿Vieron cómo salté cuando Dino hizo el baile del dinosaurio?" - dijo un perezoso brontosaurio.

"¡Ese fue mi baile especial!" - dijo Dino entre risas.

Esa noche, el dinosaurio se dió cuenta de que no necesitaba encajar de la manera que creía.

"No tengo que ser un excelente saltador para ser parte del grupo", pensó Dino.

De hecho, ser diferente lo hacía especial, y había encontrado amigos que lo aceptaban tal como era. Desde entonces, Dino se unió a cada actividad, no tratando de saltar, sino haciendo que todos reían con su gran corazón y sus ocurrencias.

Y así, lavó el barro que había acumulado en sus patas y, cuando los otros volvían a sus casas, Dino ya no sentía que era diferente, sino que había encontrado su lugar entre todos.

"¡Gracias, amigos! Ustedes son los mejores", les dijo mientras se despidió a la luna llena que iluminaba el valle.

Y así, Dino el dinosaurio valiente aprendió que, aunque era diferente, eso era lo que lo hacía especial y que siempre hay un lugar donde encajar, lleno de cariño y amistad.

FIN.

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