Dino y el poder de la amistad



Había una vez un pequeño dinosaurio llamado Dino, que vivía en un hermoso valle rodeado de árboles y montañas. A diferencia de los demás dinosaurios, a Dino le encantaba jugar con juguetes.

Tenía una colección muy especial: autos, pelotas y muñecos de todo tipo. Dino pasaba horas y horas divirtiéndose con sus juguetes, pero había algo que no sabía hacer: compartir.

Siempre quería tener todos los juguetes solo para él y se negaba a prestarlos o jugar con otros dinosaurios. Un día soleado, mientras Dino paseaba por el valle con su preciada colección de juguetes, se encontró con otro dinosaurio llamado Tito. Tito también tenía algunos juguetes pero eran muy diferentes a los de Dino.

Tito era amigable y extrovertido, así que decidió acercarse a Dino para saludarlo. "¡Hola! ¿Qué estás haciendo?", preguntó Tito curioso. Dino miró desconfiado a Tito y respondió: "Estoy jugando con mis juguetes. Son solo míos".

Tito sonrió y dijo: "Oh, entiendo. Yo también tengo algunos juguetes en mi cueva. ¿Te gustaría verlos?"Dino sintió curiosidad por conocer la colección de Tito e intrigado aceptó la invitación.

Juntos caminaron hasta la cueva de Tito donde había una gran variedad de instrumentos musicales. "¡Wow! ¡Esto es increíble!", exclamó Dino maravillado. Tito le propuso tocar un dueto juntos y Dino aceptó emocionado.

Mientras tocaban, se dieron cuenta de que compartiendo sus juguetes y talentos podían disfrutar aún más del juego. Desde ese día, Dino y Tito se volvieron inseparables. Juntos exploraron el valle, descubrieron nuevos juegos e incluso enseñaron a otros dinosaurios a compartir.

Un día, mientras jugaban en el río, encontraron a un pequeño dinosaurio llamado Lola llorando desconsoladamente. Se acercaron preocupados y le preguntaron qué le pasaba. Lola les contó que había perdido su juguete favorito y estaba muy triste.

Dino recordó cómo solía sentirse cuando no quería compartir sus juguetes y decidió hacer algo diferente esta vez. "No te preocupes, Lola. Tengo muchos juguetes en mi cueva y puedo prestarte uno hasta que encuentres el tuyo", dijo Dino con una sonrisa amable.

Lola se iluminó de alegría al escuchar las palabras de Dino. Juntos fueron a la cueva donde Dino le mostró su colección de autos de colores brillantes.

Lola eligió uno que le encantaba y los tres dinosaurios jugaron felices durante todo el día. Al finalizar la tarde, Lola encontró su juguete perdido cerca del río. "¡Lo encontré! ¡Mi juguete apareció!", exclamó Lola emocionada.

Dino sonrió satisfecho por haber ayudado a su nueva amiga y aprendió una gran lección: compartir no solo hace feliz a los demás sino también a uno mismo. Desde entonces, Dino cambió completamente su actitud y comenzó a compartir sus juguetes con todos los dinosaurios del valle.

Aprendió que la verdadera felicidad no está en tener todo para uno mismo, sino en hacer felices a los demás. Y así, Dino se convirtió en el dinosaurio más querido de todo el valle, siempre dispuesto a compartir y jugar con todos.

Y lo mejor de todo es que su amistad con Tito y Lola se hizo aún más fuerte, recordándoles cada día la importancia de compartir y ser generosos. El fin.

FIN.

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