Diversidad y autoaceptación


Martina era una niña muy especial. Tenía el pelo negro como el carbón, unos ojos marrones chispeantes, una piel morena como el caramelo, y una nariz ancha que le daba un toque único a su rostro.

A pesar de ser rubia, su apariencia era una combinación maravillosa de colores y rasgos que la hacían única en su escuela. "¡Martina, Martina, con tu nariz de pava!"- solían burlarse algunos de sus compañeros.

Al principio, estas palabras la entristecían, pero Martina siempre había sido una niña valiente y decidida.

Decidió hablar con su mamá, quien le contó la historia de su bisabuela, una mujer hermosa con rasgos similares a los suyos, quien había sido una luchadora y una gran inspiración para su familia. Martina se sintió orgullosa de sus rasgos únicos y decidió compartir la historia de su bisabuela con sus compañeros.

Pronto, todos en la escuela empezaron a apreciar la belleza de la diversidad, y Martina se convirtió en la defensora de la autoaceptación y la inclusión. Así, Martina aprendió que la verdadera belleza no está en seguir los estándares de la sociedad, sino en ser uno mismo y celebrar la diversidad.

Desde entonces, Martina fue feliz siendo quien era, amando cada rasgo que la hacía única, y ayudando a otros a hacer lo mismo.

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