Don Ramón en busca de Ana
Había una vez un abuelito llamado Don Ramón, que vivía en Argentina. Tenía una hija llamada Ana que se había mudado a Australia hacía ya cuatro años.
Don Ramón extrañaba mucho a su hija y deseaba con todo su corazón poder verla nuevamente. Un día, mientras Don Ramón estaba sentado en su sillón favorito, pensó: "¡Qué mejor manera de sorprender a Ana que viajar hasta Australia para visitarla!".
Aunque nunca antes había viajado tan lejos solo, no hablaba el idioma y no sabía cómo llegar, Don Ramón decidió que valdría la pena tomar esa aventura.
Don Ramón comenzó a investigar sobre cómo llegar a Australia y aprendió algunas palabras en inglés para poder comunicarse durante su viaje. Compró un boleto de avión y empacó sus cosas con mucha emoción. Al día siguiente, muy temprano por la mañana, Don Ramón se despidió de sus amigos y familiares con un beso en cada mejilla.
Todos lo animaron y le desearon buena suerte en esta gran aventura. El vuelo fue largo y cansador para Don Ramón, pero él estaba decidido a ver a su hija después de tanto tiempo sin verse.
Cuando llegó al aeropuerto de Sydney, se sintió abrumado por la cantidad de gente hablando en inglés a su alrededor.
Se acercó tímidamente a una señora que parecía amable y le preguntó: "-Disculpe señora, ¿sabe usted cómo puedo llegar al suburbio donde vive mi hija?". La señora sonrió amablemente y respondió: "-Claro, puedo ayudarte. Toma este mapa y te explicaré cómo llegar". Don Ramón agradeció a la señora y siguió sus indicaciones con mucho cuidado.
Caminando por las calles de Sydney, Don Ramón se encontró con un grupo de niños jugando en el parque. Se acercó a ellos y les preguntó: "-Disculpen chicos, ¿saben dónde puedo encontrar una estación de tren?".
Uno de los niños llamado Tomás respondió: "-Sí, abuelito. Yo sé cómo llegar allí, te puedo acompañar si quieres". Don Ramón sonrió emocionado y aceptó la ayuda del pequeño Tomás. Caminaron juntos hasta la estación de tren mientras charlaban sobre sus vidas y compartían risas.
Cuando llegaron a la estación, Don Ramón se dio cuenta de que había perdido su boleto de tren. Se sintió frustrado y preocupado porque no sabía qué hacer.
Pero entonces recordó lo que siempre le decía su hija Ana: "No te rindas nunca, papá". Decidido a seguir adelante, Don Ramón fue al mostrador de información donde una simpática empleada llamada María lo ayudó a conseguir un nuevo boleto.
Ella también le enseñó algunas frases útiles en inglés para utilizar durante su viaje en tren. Finalmente, después de un largo día lleno de desafíos e imprevistos, Don Ramón llegó al suburbio donde vivía su hija Ana.
Llamó a su puerta y cuando ella abrió sorprendida exclamaron ambos: "-¡Sorpresa!"Ana estaba tan feliz al ver a su padre que no podía contener las lágrimas de emoción.
Don Ramón la abrazó fuertemente y le dijo: "-Hija, el viaje fue difícil, pero cada obstáculo valió la pena para poder verte nuevamente". Durante su estancia en Australia, Don Ramón aprendió mucho sobre la cultura y el idioma del país.
Se hizo amigo de María, quien lo invitó a tomar clases de inglés para que pudiera comunicarse mejor durante su visita. Don Ramón se dio cuenta de que aunque había enfrentado muchos desafíos en su viaje, siempre había encontrado ayuda y amabilidad en personas dispuestas a ayudarlo.
Aprendió que no hay barreras insuperables cuando uno tiene determinación y confía en los demás. Al finalizar su visita, Don Ramón regresó a Argentina con una maleta llena de recuerdos felices y un corazón lleno de gratitud por todas las personas maravillosas que conoció en Australia.
Y así, Don Ramón demostró que nunca es tarde para aventurarse en lo desconocido, aprender nuevas cosas y reunirse con aquellos que amamos.
FIN.