Don Renglón y las Letras Perdidas



Érase una vez, en un mágico lugar llamado el Mundo del Saber, donde las letras del abecedario vivían felices en un castillo encantado. El castillo era un lugar lleno de colores, risas y sabiduría, gobernado por las Vocales, que eran las reinas más sabias y amadas de todas. La A, la E, la I, la O y la U vivían en un hermoso salón dorado donde organizaban festivales de palabras y juegos de letras.

Sin embargo, no todo era alegría en el Mundo del Saber. Había un peligro acechante: Don Renglón, un señor muy malo que tenía la extraña costumbre de comerse a todas las letras que no estaban dentro de sus crueles renglones. Se decía que Don Renglón había sido alguna vez un maestro de la escritura, pero se había vuelto oscuro y envidioso.

Un día, las vocales decidieron hacer una gran fiesta en el castillo. Llamaron a todas las consonantes y prepararon un banquete lleno de palabras deliciosas.

"¡Va a ser el mejor evento del año!", exclamó la A con emoción.

"Sí, pero debemos tener cuidado con Don Renglón", advirtió la E.

"No podemos dejar que interrumpa nuestra fiesta", agregó la I.

A pesar de las advertencias, la fiesta comenzó y todas las letras bailaban y se divertían. Pero, de repente, un frío viento recorrió el salón y la puerta se abrió de golpe. Era Don Renglón.

"¡Ha, ha, ha! Llegué para comerme a todas las letras que están fuera de línea!", gritó él, mostrando su cara malvada.

Las letras se asustaron y comenzaron a correr en todas direcciones, tratando de encontrar los renglones donde esconderse. Pero Don Renglón era astuto; mientras las letras intentaban alinearse, él se reía y avanzaba hacia ellas. Sin embargo, las vocales sabían que tenían que actuar rápido.

La U, con valentía, se acercó a Don Renglón.

"¡Detente, Don Renglón! No puedes comerte a todos. ¡Es nuestra fiesta!"

"¡No me importa!", replicó Don Renglón con arrogancia.

"Las letras que están fuera de los renglones son las más débiles y las mías: ¡Son mi cena!"

Las vocales no se dejaron intimidar y comenzaron a recitar una hermosa canción que hablaba sobre la importancia de las letras y cómo cada una de ellas, sin importar si estaba en un renglón o no, tenía un valor único.

Poco a poco, la melodía empezó a envolver a Don Renglón, quien, por un momento, se detuvo y escuchó la canción.

"¿Qué es esto? ¡Es hermosa!", exclamó él, sintiendo un extraño cambio en su corazón.

"Las letras son poderosas, incluso fuera de los renglones".

La I se acercó.

"¡Eso es, Don Renglón! Cada letra tiene su propia magia. No necesitas engullirlas para sentirte fuerte. Puedes ser parte de nosotros y dejarlas ser libres."

Don Renglón, sorprendido por las palabras de las letras, comenzó a reflexionar. Nunca había pensado que su poder podría venir de la alegría y la unión.

"Tal vez... tal vez he estado equivocado", murmuró en voz baja, mientras las letras seguían cantando.

"¿Es esto lo que se siente ser parte de algo?"

Al final, Don Renglón se unió a la fiesta. Las letras estaban felices de tenerlo por allí, y en vez de comerse las letras, las invitó a bailar con él.

"¡Hola amigos! Quiero aprender a escribir bellas palabras como ustedes. Me disculpo por todo el mal que he causado."

Las vocales sonrieron entre sí, y desde entonces, Don Renglón ya no se alimentó de letras. Se convirtió en su aliado y aprendieron juntos a escribir cuentos y canciones, creando historias que volaban fuera de los renglones y llenaban el Mundo del Saber de nuevas aventuras y alegrías.

Y así, las letras y Don Renglón vivieron felices, disfrutando del poder de la palabra y la importancia de cada letra, esté dentro de un renglón o no.

Y cada vez que alguien escribía, recordaba que todas las letras, cuando se unían, creaban magia en cada página.

Y colorín colorado, este cuento se ha acabado.

FIN.

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