Doña Mari y el Gato Dulce
Era un día soleado en el encantador pueblo de Villa Dulzura. Doña Mari, la famosa pastelera del lugar, estaba en su cocina creando su famosa receta de alfajores de dulce de leche, los preferidos de todos. Su cocina olía a magia y felicidad.
Un día, mientras Doña Mari preparaba su mezcla especial, escuchó un ruido extraño detrás de la puerta.
"¿Quién anda ahí?", preguntó ella curiosa.
Al abrir, encontró a un pequeño gato de pelaje gris, con ojos grandes y curiosos, que la miraba con cara de inocente. Sin pensar en el gato, Doña Mari siguió trabajando. Sin embargo, cuando llegó el momento de agregar el dulce de leche, notó que su olla estaba vacía.
"¡No puede ser! ¡Mi dulce de leche!", gritó.
Corrió por toda la casa buscando su precioso ingrediente, pero nada. En ese instante, recordó que había visto al gato cerca de la olla antes. Al mirar con más atención, vio al mismo gato acurrucado en el rincón, con un lamido de dulce de leche en su pequeña naricita.
"¡Tú! ¡Fuiste tú el que se comió mi dulce de leche!", exclamó Doña Mari, y el gato, con su mirada traviesa, solo respondió moviendo la cola.
"¡Debo recuperarlo! Mis alfajores no serán lo mismo sin él" pidió desesperada.
Entonces, con su delantal colgado, comenzó a seguir al gato. El felino, aparentemente, la llevaba a una aventura inesperada. A medida que corrían por el pueblo, Doña Mari aprendió que el gato no solo era un ladrón de comida, sino también un explorador curioso.
Mientras más corría, Doña Mari se dio cuenta de que el gato la estaba llevando a nuevos lugares. Descubrió un mercado donde los comerciantes vendían frescos ingredientes y especias.
"¡Mirá cuántas cosas deliciosas hay!", le dijo Doña Mari al gato. "Quizás sea la oportunidad perfecta para conseguir más dulce de leche y tal vez algo extra para mis alfajores."
Finalizaron en la tienda de Don Nicolás, un anciano que hacía el mejor dulce de leche del pueblo. Al verlo, Doña Mari sonrió y le comentó sobre su situación.
"¿Te gustaría ayudarme a hacerlo?", le preguntó a Don Nicolás.
"¡Claro que sí! Y te enseñaré a hacer el mejor dulce de leche que hayas probado", respondió él encantado.
Mientras Don Nicolás le mostraba cómo preparar el dulce de leche, Doña Mari recordó al gato y se dio cuenta de que, sin su pequeño amigo, nunca habría decidido salir de su cocina. El gato, que había estado sentado observando, levantó la cabeza al oír su nombre.
"Siempre estaré agradecida por tu ayuda", le dijo Doña Mari acariciando su suave pelaje. El gato ronroneó feliz.
Finalmente, después de mucho trabajo y diversión, Doña Mari regresó a su cocina con el dulce de leche en mano, y ahora también con una nueva receta bajo el brazo. Pero, algo aún mejor había brillo:
"¡Tendré que hacer alfajores de gato!", exclamó inspirada mientras miraba a su nuevo amigo.
Desde entonces, Doña Mari y el gato se convirtieron en un equipo. Juntos, crearon una nueva variedad de alfajores: Alfajores de gato. Y cada vez que alguien compraba uno, Doña Mari contaba la historia de cómo todo comenzó. Todos en el pueblo aprendieron el valor de la amistad y de las aventuras inesperadas.
Y así, entre risas y dulces, Doña Mari y su amigo el gato vivieron felices haciendo lo que más amaban. Porque a veces, a través de los desastres, se encuentran las mejores historias y los mejores amigos.
FIN.