Doña Rosa y la Princesa de las Diferencias



Había una vez una señora mayor llamada Doña Rosa, quien siempre había sido un poco diferente a las demás personas. Tenía un cuello largo y delgado como el de una jirafa, y su pelo era corto y canoso.

A menudo la gente se reía de ella o la miraba con desprecio por ser diferente. Pero Doña Rosa no se dejaba abatir por eso.

Era una mujer sabia y fuerte que había vivido muchas experiencias en su vida, algunas buenas y otras malas, pero todas ellas le habían enseñado algo valioso. Un día, mientras caminaba por el bosque cercano a su casa, encontró un pequeño sapo atrapado en un charco de agua.

La pobre criatura estaba asustada y temblorosa bajo la lluvia. Doña Rosa decidió ayudarlo sin pensarlo dos veces. Tomó al sapito en sus manos con cuidado e intentó buscarle un lugar seguro donde pudiera secarse y recuperarse del frío.

Al llegar a su hogar, lo colocó sobre una hoja grande para que pudiera descansar cómodamente mientras ella preparaba algo caliente para tomar. Pero cuando regresó al lugar donde lo había dejado, notó algo extraño: el sapo ya no estaba allí.

En cambio, en su lugar apareció una hermosa princesa vestida con trajes lujosos y joyas brillantes. Doña Rosa no podía creer lo que veían sus ojos.

¿Cómo era posible que ese pequeño sapo hubiera transformado en una princesa? La joven explicó que había sido víctima de un hechizo malvado lanzado por una bruja celosa hace muchos años. Pero gracias a la bondad y el coraje de Doña Rosa, había sido liberada del hechizo para siempre.

La princesa estaba agradecida con Doña Rosa por su valentía y le ofreció una recompensa: cualquier cosa que ella quisiera.

Doña Rosa pensó en todo lo que deseaba tener en su vida, pero se dio cuenta de que ya tenía todo lo que necesitaba: sabiduría, fuerza interior y amor propio. En cambio, pidió algo diferente. Le pidió a la princesa que ayudara a otros como ella; aquellos cuyas diferencias los hacían sentir excluidos o marginados por el resto de la sociedad.

Y así fue como la princesa convirtió el castillo en un lugar acogedor para todos los seres diferentes. Las personas con cuellos largos como el de Doña Rosa, las personas con pelo corto o rizado, las personas con discapacidades físicas o mentales...

todos eran bienvenidos allí sin importar cómo fueran o qué aspecto tuvieran. Doña Rosa se convirtió en una heroína para muchos niños y niñas que aprendieron a valorar sus diferencias y aceptarse tal y como eran.

Y aunque nunca más volvió a ver al sapito mágico ni a la princesa encantada, siempre recordaría esa experiencia especial como una fuente de inspiración y esperanza para toda su vida.

FIN.

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