Dos Cachorros de Oso en un Bosque Lluvioso
Era un día gris y lluvioso en el Bosque de la Esperanza. Los árboles bailaban al compás del viento y las gotas de lluvia caían como pequeñas joyas sobre las hojas. En una acogedora cueva, dos cachorros de oso, Lila y Milo, estaban jugando a construir una fortaleza con hojas secas.
"Mirá, Lila, ¡mi fortaleza es más alta que la tuya!" dijo Milo, con una sonrisa orgullosa.
"No es verdad, Milo. La mía tiene una ventana mágica que puede ver el sol, aunque hoy no brille", respondió Lila, mientras acomodaba las hojas.
De repente, un trueno resonó y los cachorros se detuvieron, mirando hacia la salida de la cueva.
"¿Te parece que la lluvia va a parar?", preguntó Milo, con un hilo de esperanza en su voz.
"No lo creo. Pero podríamos salir y jugar bajo la lluvia, ¡sería divertido!" Lila propuso entusiasmada.
Ambos se pusieron sus mejores sonrisas y, después de un último vistazo a su fortaleza, salieron a la lluvia. Primeros saltos, risas y chapoteos, hasta que eso cambió. Al darse cuenta que, a sólo pocos saltos, se desgastaron y comenzaron a mojarse más de lo esperado.
"Mira, Lila, me estoy empapando. ¿Qué hacemos ahora?" dijo Milo, un poco angustiado.
"No te preocupes, Milo. Vamos a buscar refugio bajo el gran roble. Allí podremos ver cómo cae la lluvia", sugirió Lila, intentando mantener el ánimo.
Así que ambos dieron un salto y comenzaron a correr hacia el árbol. Al llegar, se sacudieron para quitarse el agua.
En ese instante, oyeron un llanto.
"¿Escuchaste eso?" preguntó Milo.
"Sí, suena algo triste. Vamos a ver" dijo Lila con determinación.
Siguieron el sonido hasta encontrar a una pequeña ardilla atrapada bajo unas ramas caídas.
"¡Ayuda, por favor!", exclamó la ardilla, con lágrimas en los ojos.
"No te preocupes, vamos a ayudarte" aseguró Milo.
"Pero no somos fuertes, aún somos cachorros", dudaba Lila.
"Juntitos podemos hacer muchas cosas. Mirá, si empujamos desde dos lados tal vez lo logremos", dijo Milo, mirando a su hermana con confianza.
Lila asintió y ambos se colocaron uno a cada lado de la rama. Contaron hasta tres y empujaron con todas sus fuerzas.
"¡Uno, dos, tres!" gritaron al unísono y, con un esfuerzo conjunto, lograron mover la rama y liberar a la ardilla.
"¡Lo logramos! ¡Eres increíble, Milo!" dijo Lila emocionada.
"Y tú también, Lila. ¡Eso fue genial!" sonrió Milo.
La ardilla, agradecida, saltó a su lado.
"¡Gracias, amigos! Soy Suri, la ardilla. ¿Cómo puedo recompensarlos?"
"Solo con una sonrisa está bien", respondió Lila.
Justo en ese momento, dejó de llover y el sol empezó a asomarse entre los árboles.
"Mirá, Lila, el sol viene a jugar también", dijo Milo levantando sus patas hacia el cielo.
"¡Vamos a disfrutar del día!", exclamó Lila, comenzando a bailar.
Suri, fiel a sus promesas, les pidió que la siguieran. Los llevó a un lugar mágico donde las flores brillaban y un arcoíris parecía tocar el suelo.
"Este es mi lugar secreto. ¡Bienvenidos!" dijo Suri con alegría.
Lila y Milo se miraron sorprendidos y comenzaron a explorar aquel paraíso.
Pasaron la tarde jugando, saltando entre flores y disfrutando de la magia del bosque. Aprendieron que juntos podían lograr mucho más que solos y que, a veces, incluso las peores tormentas pueden llevar a momentos sorprendentes.
Cuando la tarde llegó a su fin, Lila y Milo se despidieron de Suri, prometiendo regresar al día siguiente.
"Siempre será un día especial, porque lo compartimos juntos", dijo Lila.
"Sí, y debemos recordar que, aunque la lluvia a veces puede ser incómoda, trae consigo la oportunidad de ayudarnos a ser fuertes y valientes", añadió Milo.
Así, bajo un cielo radiante, los dos cachorros de oso regresaron a su cueva, felices y emocionados por las aventuras que aún les aguardaban en el Bosque de la Esperanza.
FIN.