Dos corazones solidarios



Había una vez en Corea del Sur un niño llamado Jisung, que siempre soñaba con viajar por el mundo y conocer nuevos lugares.

Un día, mientras veía un programa de televisión sobre Venezuela, quedó maravillado por la belleza de sus paisajes y la calidez de su gente. Jisung decidió que algún día visitaría ese país y viviría grandes aventuras. Sin embargo, sabía que para lograrlo necesitaría aprender español.

Así que se puso manos a la obra y comenzó a estudiar el idioma todos los días después de clases. Un año más tarde, Jisung ya podía tener conversaciones básicas en español. Estaba emocionado por poner en práctica sus conocimientos y decidió buscar una forma de hacerlo.

Fue entonces cuando encontró un intercambio cultural en línea donde podía hablar con personas venezolanas. Entre todas las personas con las que habló, había una niña llamada Katherin. Desde el primer momento, Jisung sintió una conexión especial con ella.

Comenzaron a hablar todos los días y compartían historias sobre su cultura y tradiciones. Con el tiempo, Jisung desarrolló sentimientos especiales hacia Katherin.

No solo admiraba su inteligencia y amabilidad, sino también su valentía para enfrentar los desafíos diarios en Venezuela. Un día, mientras hablaban por video llamada, Katherin le contó a Jisung sobre los problemas económicos que enfrentaban muchas familias en su país debido a la falta de alimentos e insumos básicos.

Esto entristeció mucho a Jisung y decidió hacer algo al respecto. Junto con sus amigos coreanos, organizó una campaña para recolectar alimentos y productos básicos para enviar a Venezuela.

Jisung también escribió una carta a su escuela, explicando la situación y pidiendo permiso para realizar una colecta. La respuesta fue abrumadora. Toda la comunidad escolar se unió al proyecto de Jisung y comenzaron a recolectar donaciones. Pronto, tenían cajas llenas de comida, ropa y medicinas listas para ser enviadas.

Jisung viajó a Venezuela con todas las donaciones que habían recolectado. Katherin estaba emocionada por conocerlo en persona y poder mostrarle su país. Ambos pasaron días maravillosos juntos, recorriendo los hermosos paisajes venezolanos y compartiendo momentos inolvidables.

Pero lo más importante fue el impacto que tuvieron en la vida de muchas familias venezolanas. Los alimentos y productos básicos que llevaron ayudaron a aliviar un poco el sufrimiento de aquellos que estaban pasando por momentos difíciles.

Al final de su visita, Jisung se dio cuenta de algo muy importante: no importaba cuán lejos o diferente fuera un lugar, siempre había formas de conectarse con las personas y ayudarlas. Aprendió sobre empatía, solidaridad y amor por los demás.

Jisung regresó a Corea del Sur con el corazón lleno de gratitud por la experiencia vivida en Venezuela. Continuó aprendiendo español e incluso comenzó a estudiar sobre otros países del mundo para seguir expandiendo sus horizontes.

Y así, Jisung siguió soñando con viajar por el mundo mientras inspiraba a otros niños a hacer lo mismo: aprender sobre diferentes culturas, ayudar a los demás y nunca dejar de perseguir sus sueños.

FIN.

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