Dos hogares para Pancho



Había una vez en un pequeño pueblo en las afueras de Buenos Aires, un perro callejero llamado Pancho. Pancho era un perro simpático y juguetón, pero no tenía un hogar al cual pertenecer.

Un día, mientras paseaba por las calles del pueblo en busca de comida, Pancho escuchó risas y voces alegres que provenían de una casa cercana. Se acercó curioso y vio a un grupo de niños jugando en el jardín.

"¡Miren chicos, es Pancho el perro callejero!", exclamó Sofía, la más pequeña del grupo. Los niños se acercaron a Pancho con cuidado y comenzaron a acariciarlo. Pancho movía la cola felizmente, disfrutando del cariño que recibía.

"¿No tienes dueño, Pancho?", preguntó Juan, el más grande de los niños. Pancho bajó la cabeza tristemente. No tener un hogar ni una familia que lo quisiera era algo que lo entristecía profundamente.

Los niños intercambiaron miradas comprensivas y luego Sofía dijo: "¡Ya sé! ¿Qué tal si le pedimos permiso a mamá para que se quede con nosotros?" Los ojos de los demás niños se iluminaron ante la idea. Corrieron hacia la casa de Sofía para hablar con su mamá sobre adoptar a Pancho.

La mamá de Sofía escuchó atentamente la propuesta de los niños y sonrió al ver el amor y la bondad en sus corazones.

Aceptó llevar a Pancho al veterinario para revisarlo y asegurarse de que estuviera sano antes de llevarlo a casa. Después de pasar por el veterinario, Pancho regresó a la casa junto a los niños. Le dieron un baño caliente, comida abundante y una cama cómoda donde descansar.

Por primera vez en mucho tiempo, Pancho sintió calor humano y protección verdadera. Los días pasaban y Pancho se convirtió en parte importante de la familia.

Jugaba con los niños en el jardín, les hacía compañía durante las tardes lluviosas e incluso dormía junto a ellos por las noches. Un año después de ser adoptado por la familia de Sofía, ocurrió algo inesperado.

Un hombre mayor llegó al pueblo buscando a su mascota perdida: ¡Pancho! Resulta que había escapado hace mucho tiempo cuando se abrió accidentalmente una puerta durante una tormenta fuerte. "¡Pancho querido! ¡Te he extrañado tanto!", dijo emocionado el hombre mientras abrazaba al perro con lágrimas en los ojos. Los niños miraban sorprendidos sin entender lo que estaba sucediendo.

El hombre explicó cómo había sido su fiel compañero durante años antes de perderse, pero ahora veía lo feliz que estaba con esta nueva familia.

Al finalizar ese día lleno emociones encontradas para todos, el hombre decidiò dejar vivir allí pancoh quien ya tenia otro hogar. Ellos aceptaron felices. Desde entonces, Panco fue adoptado oficialmente como parte integrante por dos familias quienes decidieron compartir amorosamente su cuidados, recibir mimos dobles siempre atendiendo todas sus necesidades.

Y así fue como Panco pasò sus dìas rodeados amor, cariños, mimos, paseos diarios entre dos casas compartidas. Siendo uno mas entre muchos quiènes aprendieron valores importantes sobre amistad, respeto, mascotas, y solidaridad. Y colorin colorada este cuento ha terminado.

FIN.

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