Doty y el Sueño de un Hogar
En una cálida mañana de primavera, en una ciudad llena de ruido y movimiento, un pequeño perrito callejero llamado Doty miraba desde un rincón del parque. Tenía el pelaje marrón y crea sucio, pero unos ojos brillantes que anhelaban cariño. Todos los días, observaba a los niños jugar a la pelota, a las familias hacer picnics y a los grupos de amigos reírse hasta que el sol se escondía.
"¡Ojalá me adopte uno de esos niños!", pensaba Doty mientras movía su colita. "Me encantaría correr detrás de una pelota o recibir acariciadas."
Pero cada vez que un niño se acercaba, Doty se asustaba. No quería que lo rechazaran. Y así, pasaron los días.
Una tarde, mientras Doty se acurrucaba bajo un arbusto, vio a una niña que se llamaba Sofía. Sofía era diferente a los demás; tenía una sonrisa tan grande que iluminaba todo a su alrededor. Ella jugaba con su perro, un gran labrador, que corría feliz.
"Mirá, Max, ¿no te gustaría tener un amigo como ese perrito de allá?", dijo Sofía mientras señalaba a Doty.
Max, el labrador, ladró alegremente, como si lo comprendiera. Doty se sintió un poco más esperanzado. Sin embargo, decidió seguir escondido, temiendo que la niña no lo quisiera.
Al día siguiente, Doty escuchó risas nuevamente. Cuando se asomó, vio que Sofía había traído algo especial al parque: una pelota de colores. Los otros niños también estaban con ella, lanzando la pelota de un lado a otro.
- “¡Qué divertido! ”, pensaba Doty, mientras deseaba poder unirse.
Sofía de repente miró hacia donde estaba Doty.
"¿Por qué no juega ese perrito? Mira qué lindo que es. ¡Ven, Max! Vamos a invitarlo a jugar."
Max corrió hacia Doty, que se asustó y comenzó a retroceder. Pero Max se detuvo, moviendo la cola y ladrando amistosamente.
"¡No tengas miedo!", le dijo Max. "Soy todo patas y amor. ¡Ven a jugar!"
Doty miró a Sofía, y vio cómo le sonreía. Poco a poco, se acercó, dando pequeños pasos. Sofía se agachó, extendió la mano y le dijo:
"Hola, perrito. Yo soy Sofía, y este es Max. ¿Te gustaría jugar con nosotros?"
Doty miró la pelota, luego a ella. Era demasiado bueno para ser cierto. Sin pensar, dio un salto y la atrapó con su hocico.
"¡Lo atrapó, lo atrapó!", gritó Sofía emocionada.
Desde ese día, Doty se volvió parte del grupo. Todos los niños empezaron a jugar con él, y Doty sintió el calor de la amistad por primera vez. Sin embargo, había algo que seguía en su mente: un hogar. Aunque disfrutaba de su tiempo con Sofía, seguía esperando un dueño que lo adoptara.
Una semana después, Sofía llegó al parque con una buena noticia.
"¡Chicos, adivinen qué! Mis papás dijeron que puedo adoptar un perrito, y yo quiero que sea Doty. ¡Él es el mejor!"
Doty sintió que su corazón daba un vuelco de alegría. Pero, aún con esperanza, sentía una duda en su interior.
"¿Y si mis papás no lo quieren?", preguntó Sofía.
"Mis papás son buenos y adoran a los animales. Te prometo que lo van a querer", aseguró Max.
Y así fue como un día, Sofía finalmente pudo llevar a Doty a casa. Él no podía creer lo que estaba sucediendo: era un sueño hecho realidad. En su nuevo hogar, descubrió que había un lugar acogedor donde dormir, comida deliciosa y, lo más importante, una familia que lo quería.
"¡Gracias, Sofía!", gritó Doty, corriendo por toda la casa.
"No, gracias a vos, Doty. Ahora somos una familia", respondió ella mientras abrazaba fuerte a su nuevo amigo.
Desde ese día, Doty ya no era un perrito callejero. Había encontrado su lugar en el mundo, donde todos los días estaban llenos de aventuras y amor. Había aprendido que, a veces, solo hay que atreverse a dar el primer paso para hacer realidad nuestros sueños.
Y así, Doty nunca se sintió solo otra vez, porque en su corazón sabía que siempre estaría rodeado de cariños y risas.
FIN.