Dracito, el valiente salvador



Había una vez en un lejano reino, un pequeño dragón llamado Dracito. A diferencia de los demás dragones que habitaban la montaña, Dracito tenía un problema: no podía volar.

Esto lo entristecía mucho, ya que para él era muy importante poder surcar los cielos como hacían sus amigos. Un día, cansado de sentirse diferente y limitado, decidió emprender un viaje en busca de respuestas.

Se adentró en el bosque encantado donde se rumoreaba vivía el sabio búho Ojitos Sabios. Dracito llegó al árbol más grande del bosque y allí estaba Ojitos Sabios, con su mirada llena de sabiduría. "¿Qué te preocupa, pequeño Dracito?", preguntó el búho al ver la tristeza en los ojos del dragoncito.

"Soy diferente a los demás dragones porque no puedo volar. Me siento incompleto", respondió Dracito con voz temblorosa.

Ojitos Sabios lo miró con ternura y le dijo: "Pequeño amigo, volar no es lo único que hace especial a un dragón. Todos tenemos habilidades únicas que nos hacen valiosos y especiales". Dracito escuchaba atentamente las palabras del búho sabio y poco a poco empezó a comprender que su incapacidad para volar no definía su valor como dragón.

Decidió regresar a la montaña con una nueva perspectiva y determinación. Al llegar, se encontró con que la montaña estaba siendo amenazada por un malvado gigante que quería apoderarse de todo.

Los demás dragones intentaban detenerlo sin éxito, ya que el gigante era demasiado fuerte. "¡Debemos hacer algo para salvar nuestro hogar!", exclamó uno de los dragones preocupados. En ese momento, Dracito recordó las palabras de Ojitos Sabios y supo qué debía hacer.

Se acercó al gigante sin miedo y comenzó a hablarle con amabilidad. Sorprendido por la valentía y bondad del pequeño dragón, el gigante bajó su arma y escuchó lo que Dracito tenía para decirle.

Con astucia e inteligencia, Dracito convenció al gigante de cambiar sus planes malvados por unos más pacíficos y beneficiosos para todos en la montaña. El gigante accedió sorprendido por la nobleza del pequeño dragón.

Los demás dragones celebraron a Dracito como un héroe, reconociendo que su falta de habilidad para volar no había sido un impedimento para demostrar su valentía y astucia en momentos difíciles. Desde ese día en adelante, Dracito fue admirado por todos en la montaña como un ejemplo de fortaleza interior y bondad.

Aprendieron juntos que cada ser tiene algo especial para ofrecer al mundo, independientemente de sus limitaciones físicas. Y así, el pequeño drágon demostró que no es necesario tener alas para alcanzar grandes alturas si se tiene coraje en el corazón.

FIN.

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