Duelo en la cancha
En una cancha de básquetbol en un pequeño pueblo llamado Villa Esperanza, vivían dos amigos inseparables: Balón y Canasta.
Balón era un balón de básquetbol lleno de energía y entusiasmo, mientras que Canasta era una antigua canasta de metal que había visto muchos partidos a lo largo de los años. Un día, durante un partido amistoso entre Balón y Canasta, llegó un nuevo jugador a la cancha.
Era Adversario, un balón de básquetbol muy talentoso pero también muy arrogante. Desde el primer momento, Adversario desafió a Balón a un partido para demostrar quién era el mejor. - ¡Vamos Balón! ¿Tienes miedo de enfrentarte a mí? - dijo Adversario con prepotencia.
Balón, sintiéndose desafiado pero sin perder su espíritu deportivo, aceptó el reto. El día del partido llegó y la cancha estaba llena de espectadores ansiosos por presenciar el duelo entre Balón y Adversario. El partido fue intenso desde el principio.
Ambos jugadores se esforzaban al máximo para anotar puntos y demostrar sus habilidades en la cancha. Sin embargo, conforme avanzaba el juego, Adversario comenzó a jugar sucio: empujaba a Balón, le hacía faltas intencionales y se burlaba de él en cada oportunidad que tenía.
- ¡Eres patético Balón! Nunca podrás vencerme - se burlaba Adversario mientras anotaba una cesta tras otra. A pesar de los ataques constantes de su adversario, Balón no perdió la compostura ni la deportividad.
En cambio, se concentró en seguir jugando limpio y dando lo mejor de sí mismo en cada jugada.
La audiencia comenzó a notar la diferencia entre ambos jugadores: mientras Adversario buscaba ganar a toda costa sin importarle cómo lo lograra, Balón mantenía su ética deportiva intacta. Finalmente, llegaron los últimos minutos del partido y el marcador estaba muy parejo. En una última jugada decisiva, Balón logró robarle el balón a Adversario y lanzó un tiro desde mitad de la cancha.
El silbato sonó indicando que era válido: ¡Balón había anotado justo antes del final! La multitud estalló en aplausos ante semejante hazaña deportiva.
Incluso Canasta se emocionó al ver cómo su amigo había demostrado que la verdadera grandeza no está solo en ganar sino en jugar con honestidad y respeto hacia uno mismo y hacia los demás. Desde ese día, Adversario aprendió una valiosa lección sobre deportividad gracias a la actitud ejemplar de Balón.
Y juntos siguieron compartiendo partidos amistosos en los que reinaba la verdadera amistad basada en valores como el compañerismo y el fair play.
FIN.