Dulce, la niña que soñaba con ser princesa
Había una vez, en un pequeño pueblo, una niña llamada Dulce. Dulce era una niña curiosa y llena de sueños. Cada noche, antes de dormir, miraba por la ventana y le decía a las estrellas:
"¡Oh, estrellas brillantes! Un día seré una princesa".
Dulce soñaba con un hermoso castillo, vestidos brillantes y un reino lleno de aventuras. Pero, a pesar de su sueño, una parte de ella sabía que ser princesa no solo significaba tener un hermoso vestido y una tiara.
Un día, mientras exploraba el jardín detrás de su casa, encontró a su perro, Canela, jugando con algo brillante. Al acercarse, vio que era un espejo mágico.
"¿Qué es esto?" - preguntó Dulce, intrigada.
"Soy el Espejo de los Deseos, y puedo mostrarte lo que verdaderamente significa ser princesa" - respondió el espejo con voz suave y melodiosa.
"¿De verdad?" - exclamó Dulce.
"Sí, pero tendrás que estar dispuesta a aprender" - insistió el espejo.
Sin dudarlo, Dulce tocó el espejo, y en un destello de luz, fue transportada a un hermoso castillo. Al llegar, conoció a una princesa llamada Sofía, quien la recibió con una sonrisa.
"Bienvenida, Dulce. Yo soy la princesa Sofía. Ven, te mostraré mi reino" - dijo Sofía mientras la guiaba por el castillo.
Mientras recorrían los pasillos, Dulce vio a muchos sirvientes trabajando, preparando banquetes y limpiando. Observó que ser princesa no solo significaba divertirse; había muchas responsabilidades.
"Todo esto es hermoso, pero parece que hay mucho trabajo" - comentó Dulce, un poco confundida.
"Así es, Dulce. Como princesa, mi deber es cuidar a mi pueblo y ayudar a los demás" - explicó Sofía.
Dulce entendió que ser princesa era más que solo vivir en un castillo. Era también sobre el valor de ser amable y ayudar a quienes lo necesitaban. Sin embargo, algo inesperado sucedió cuando el rey y la reina enviaron a Sofía a una misión especial.
"Dulce, debo ir a ayudar a un pueblo cercano que fue afectado por una tormenta. ¿Te gustaría venir conmigo?" - sugirió la princesa.
"¡Sí!" - respondió Dulce, emocionada.
Ambas se dirigieron al pueblo afectado, donde vieron casas dañadas y a la gente triste. Dulce se dio cuenta de que la verdadera magia no estaba en los vestidos o la corona, sino en ayudar a los demás.
"¿Qué podemos hacer?" - preguntó Dulce.
"Debemos organizarnos para ayudar a restaurar las casas y brindar apoyo a los que lo necesitan" - dijo Sofía con decisión.
Dulce comenzó a ayudar, guiando a los niños en la recolección de materiales y animando a los adultos a trabajar juntos. Fue un día agotador, pero al final del día, el pueblo comenzó a lucir mejor.
"Gracias, Dulce. Eres valiente y trabajadora" - dijo Sofía, llenando a Dulce de orgullo.
Finalmente, las dos princesas regresaron al castillo. Dulce se despidió de Sofía, quien le dijo:
"Recuerda, ser princesa no es solo sobre realeza, sino sobre el amor y la bondad que das a los demás".
Dulce tocó el espejo mágico una vez más y fue devuelta a su hogar. Se sentó en su cama, mirando su cuarto que antes le parecía pequeño y aburrido.
"¡Pero yo puedo ser una princesa desde acá!" - se dijo a sí misma.
Decidió que, aunque no viviera en un castillo, podía hacer cosas grandes y ayudar a su comunidad. Así que se puso a trabajar en un proyecto: una recolecta de juguetes y alimentos para los niños del barrio. Fue increíble ver cómo sus amiguitos se unieron a ella en la misión.
Semanas después, Dulce organizó el evento más grande del pueblo. Se sintió como una verdadera princesa, pero esta vez no con una tiara, sino con una sonrisa y el corazón lleno de alegría por ayudar a los demás.
Y así, Dulce aprendió que todos podemos ser un poco como princesas en nuestras acciones, mostrando amor, bondad y, sobre todo, siendo generosos con los demás.
Desde aquel día, Dulce siguió soñando. No solo soñaba con ser una princesa, sino también con ser alguien que hiciera una diferencia en el mundo.
FIN.