Ediel y la noche estrellada



Era una noche de verano en un pequeño pueblo rodeado de montañas. Ediel, un niño de siete años con una gran curiosidad, miraba por la ventana de su habitación, maravillado por el vasto cielo estrellado.

"¡Mirá cuántas estrellas hay!" - exclamó, frotándose los ojos.

Su madre, que entró a la habitación con una taza de leche caliente, sonrió y se acercó a él.

"Sí, Ediel, el cielo es increíble. Pero, ¿sabés que hay mucho más que solo estrellas?" - le dijo, mientras se sentaba a su lado.

Intrigado, Ediel preguntó:

"¿Qué más hay, mamá?"

"Bueno, hay planetas, cometas y hasta galaxias lejanas. Muchos científicos y astrónomos han dedicado su vida a estudiarlos. Si querés, mañana podemos buscar libros sobre el espacio en la biblioteca."

"¡Sí!" - respondió Ediel entusiasmado, saltando de la cama.

A la mañana siguiente, la madre de Ediel lo llevó a la biblioteca del pueblo. Con su corazón palpitante de emoción, recorrió los pasillos llenos de libros. Finalmente, encontró uno que capturó su atención: "Los secretos del universo: un viaje por el espacio".

"Mirá, mamá, ¡este quiere ser mi compañero de aventuras!" - dijo, sosteniendo el libro como un tesoro.

Una vez en casa, Ediel se zambulló en la lectura. Aprendió que la Tierra es un planeta que gira alrededor del sol, y que la luna, que tanto le intrigaba, no era más que un gran satélite. Sin embargo, había una parte del libro que hablaba sobre el misterio de los agujeros negros.

"¡¿Qué es un agujero negro? ! ” - se preguntó en voz alta - “¿Puede tragarse a un planeta?"

Con más preguntas que respuestas, decidió que había llegado el momento de hacer un experimento. Usando una caja de zapatos, cuerda y una linterna, Ediel armó su propio modelo del sistema solar. Luego, salió al patio, donde estaba su mejor amigo, Manuel.

"¡Manu! Vení, tengo algo para mostrarte!" - gritó Ediel.

"¿Qué es, Ediel?" - respondió Manuel, acercándose lleno de curiosidad.

Ediel le contó todo lo que había aprendido mientras le mostraba su modelo.

"Mirá, esta es la Tierra y ese es el sol. ¡Y si los alineamos de esta forma, podremos ver cómo giran!" - explicó emocionado.

Manuel, que se sumó al juego, aplaudió la creatividad de su amigo.

"¡Es como un planetario! Pero, ¿vos crees que un agujero negro puede tragarnos alguna vez?" - preguntó Manuel.

"No lo sé, pero me gustaría saber más sobre eso. Podríamos hacer una búsqueda en internet después de esto" - sugirió Ediel.

Los dos amigos pasaron horas jugando en el patio, viendo cómo sus planetas giraban y debatiendo los misterios del espacio. Pero de repente, se dieron cuenta de que había nubes oscuras en el horizonte.

"¿Ves eso? ¡Va a llover!" - dijo Manuel, preocupado.

"No importa, podemos seguir hablando del espacio bajo el porche. Además, siempre podemos volver a nuestro modelo después" - respondió Ediel, ansioso por continuar su aventura.

Cuando llegó la lluvia, los amigos se acomodaron bajo el porche. Ediel miraba al cielo y tuvo una idea.

"¿Qué te parece si construimos un telescopio con cosas de casa?" - sugirió, con una sonrisa traviesa.

"Sí, ¡hagámoslo!" - contestó Manuel.

Con un par de tubos de cartón, lente de una vieja cámara y un poco de cinta adhesiva, los chicos lograron hacer un telescopio improvisado. Una vez listo, lo llevaron al jardín, donde las nubes habían comenzado a despejarse.

"¡Funciona, Ediel! ¡Mirá!" - exclamó Manuel, asombrándose al ver la luna más cerca.

Mientras disfrutaban del espectáculo celestial, Ediel observó algo extraño.

"Manuel, ¿ves esa sombra oscura cerca de la luna?" - preguntó, con una mezcla de temor y fascinación.

"Sí, ¿será un agujero negro?" - respondió Manuel, bromeando.

"Tal vez...“ Ediel pensó en voz alta, “Deberíamos investigar más sobre esto. Quizás encontramos un regalo escondido en el cielo" - propuso, ya pensando en su próxima aventura.

Regresaron a casa con los ojos brillantes de emoción y un par de nuevos libros sobre astronomía. Ediel sabía que había mucho más por descubrir en el vasto cielo estrellado y estaba decidido a seguir explorando.

Así, Ediel prolongó su curiosidad sobre el espacio, y cada noche, miraba el cielo con una nueva pregunta en mente, listo para despejar más de sus misterios, con su mejor amigo a su lado, transformando cada estrella en una guía hacia nuevas aventuras.

Y así, el pequeño Ediel, con su espíritu curioso y sus ganas de descubrir, se convirtió en un verdadero explorador del universo.

FIN.

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