Edith y el Valor de la Amistad



Había una vez, en un pequeño pueblo llamado Arcoíris, una niña llamada Edith. Ella era conocida por su gran sonrisa y su amor por las aventuras. Siempre estaba lista para explorar el bosque o jugar con sus amigos en el parque. Su vida era alegre, pero había algo que le faltaba: un amigo especial con quien compartir sus sueños.

Un día, mientras Edith paseaba por el jardín de su abuela, escuchó un suave murmullo proveniente de un arbusto. Al acercarse, descubrió a un pequeño pájaro de plumaje brillante, atrapado entre las ramas.

- “¡Hola, pequeño! ¿Estás bien? ” - preguntó Edith con preocupación.

- “No puedo salir de aquí. Necesito ayuda.” - respondió el pájaro, con una voz delicada.

Edith, sin dudarlo, comenzó a liberar al pájaro cuidadosamente. Luego de unos minutos, logró despejar las ramas y el pájaro pudo volar libremente.

- “¡Gracias, Edith! Me llamo Ananías y soy un pájaro viajero. ¿Te gustaría ser mi amiga? ” - dijo Ananías, revoloteando alrededor de ella.

Edith, emocionada, asintió con entusiasmo. Desde ese día, Ananías visitaba a Edith todos los días, compartiendo historias de sus viajes por el mundo.

- “Te contaré sobre las montañas más altas y los lagos más profundos” - decía Ananías, mientras volaba en círculos sobre ella.

Pero un día, Ananías llegó con el rostro preocupado.

- “Edith, tengo una misión. Mis amigos pájaros se han perdido y necesito ir a buscarlos.” - informó Ananías.

Edith sintió una punzada en su corazón.

- “¿Y si no vuelves? Te voy a extrañar.” - respondió, un poco triste.

- “Prometo que regresaré. La amistad es muy importante, y siempre volveré a mis amigos” - le aseguró Ananías.

Cuando Ananías partió, Edith se sintió sola. Decidió que no podía quedarse ahí, esperando. Así que decidió emprender una aventura para buscar a los amigos de Ananías ella misma.

Armada con una mochila llena de provisiones y una brújula que su papá le había dado, Edith partió hacia el bosque. Mientras caminaba, encontró diversas pistas que le indicaban que otros pájaros habían pasado por allí.

- “¡Esto parece una pista! ” - exclamó, siguiendo las huellas en el suelo.

Después de varias horas, llegó a un claro. Allí vio un grupo de pájaros, pero no eran los amigos de Ananías. Sin embargo, una pájara de color azul se acercó.

- “¿Estás buscando a Ananías? Yo sé donde está.” - dijo la pájara.

Edith sintió un rayo de esperanza.

- “¿Dónde? Necesito encontrarlo.” - le preguntó ansiosamente.

- “Está en el Valle de los Ecos. Pero el camino es peligroso y muchos pájaros se han perdido allí.” - advirtió la pájara.

Edith recordó las palabras de Ananías sobre la amistad y decidió seguir adelante. Con la ayuda de la pájara, lograron llegar al Valle de los Ecos. Allí, Edith encontró a Ananías, rodeado de sus amigos, pero parecían tristes.

- “Ananías, ¿qué pasó? ” - preguntó Edith.

- “Estamos atrapados acá. Nos sentimos perdidos y no sabemos cómo volver.” - dijo Ananías con tristeza.

Entonces, Edith tuvo una idea brillante.

- “¡Hagamos una cadena de amistad! ¡Nos ayudaremos unos a otros! ” - sugirió. La idea entusiasmó a los pájaros.

Todos se alinearon y, con el apoyo de Edith, juntos comenzaron a crear un plan para regresar al pueblo. Usaron sus voces para crear melodías que resonaban en las montañas y, al final, lograron encontrar el camino de regreso.

Cuando llegaron de nuevo a Arcoíris, todos los pájaros estaban agradecidos.

- “¡Eres una heroína, Edith! ” - le dijo Ananías mientras revoloteaba a su alrededor.

- “No lo hice sola. La amistad y el trabajo en equipo son cosas valiosas.” - respondió Edith, sonriendo.

Desde ese día, Ananías y sus amigos visitaban a Edith todos los días, y juntos vivían muchas más aventuras. Aprendieron que la verdadera amistad significa apoyarse en los momentos difíciles y trabajar juntos hacia un mismo objetivo. Y así, los días en Arcoíris se llenaron de risas y melodías, todo gracias a la valentía y el corazón de Edith.

FIN.

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