El abecedario de Don Ignacio



Había una vez en un pequeño pueblo llamado Villa Letras, un señor mayor llamado Don Ignacio. Don Ignacio era un hombre amable y trabajador, pero había algo que lo entristecía: no sabía leer ni escribir.

Todos los días veía a los niños del pueblo ir a la escuela con sus mochilas y cuadernos, y él deseaba poder hacer lo mismo.

Un día, mientras paseaba por la plaza del pueblo, se encontró con la maestra de la escuela, la señorita Ana. Ella notó la tristeza en los ojos de Don Ignacio y decidió acercarse a hablar con él. "Buenos días, Don Ignacio. ¿Cómo está hoy?" -saludó la señorita Ana con una sonrisa. "Buenos días, señorita Ana.

Estoy bien, gracias", respondió Don Ignacio algo apenado. "¿Puedo preguntarle algo, Don Ignacio? He notado que últimamente parece preocupado.

¿Hay algo en lo que pueda ayudarlo?"Don Ignacio vaciló por un momento, pero finalmente decidió confiar en la señorita Ana y contarle sobre su problema para leer y escribir. "Verá, señorita Ana... yo siempre he querido aprender a leer y escribir como los niños de este pueblo. Pero nunca tuve la oportunidad cuando era joven.

"La maestra sonrió comprensiva y le dijo: "No se preocupe, Don Ignacio. Nunca es tarde para aprender algo nuevo. Si usted quiere realmente aprender a leer y escribir, yo estaré encantada de enseñarle.

"Los ojos de Don Ignacio se iluminaron de alegría al escuchar esas palabras. Desde ese día, todas las tardes después de terminar sus labores en el campo, Don Ignacio iba a casa de la señorita Ana para recibir clases particulares.

La maestra utilizaba libros especiales para adultos principiantes y poco a poco fue enseñándole las letras del abecedario, las sílabas y las palabras más simples. A pesar de ser un desafío para él al principio, Don Ignacio estaba decidido a aprender.

Con paciencia y dedicación por parte de ambos, pronto Don Ignacio logró leer sus primeras frases cortas. Su rostro reflejaba felicidad cada vez que reconocía una palabra o deletreaba correctamente una oración.

Una tarde soleada mientras estaban en clase juntos leyendo un cuento infantil sencillo sobre amistad y valentía:"¡Mire don ignacho! ¡usted ha leído esa frase sin ayuda!", exclamó emocionada la maestra Ana.

Don ignacho miró sorprendido el libro frente a él e inmediatamente sonrió ampliamente:"¡Es cierto! ¡He leído solo! ¡Qué emoción!" A partir de ese momento su progreso fue imparable; tanto así que llegó el día en que pudo leer todo el cuento completo sin dificultad alguna.

El logro de don ignacho se convirtió rápidamente en tema recurrente entre los habitantes del pueblo quienes celebraban orgullosos ante tal hazaña. Con el tiempo su habilidad para leer aumentaba permitiéndole disfrutar no solo cuentos infantiles sino también periódicos locales donde podia informarse sobre novedades del mundo exterior.

Finalmente llego el dia donde don ignacho pudo cumplir uno mas grande sueños: Escribiò su nombre completo acompañando por primera vez su firma autentica.

Desde entonces don ignacho continuò aprendiendo junto con los niños del colegio siendo ejemplo vivo inspirando a muchas personas mayores analfabetas abrirse camino hacia nuevas oportunidades educativas.

Y colorín colorado este cuento ha terminado pero recordemos siempre que nunca es tarde para aprender cosas nuevas si tenemos voluntad e intención genuina como nuestro amigo don ignacho.

FIN.

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