El abogado de la justicia
Ramón era un abogado muy respetado en la ciudad. Siempre se esforzaba por ayudar a las personas y asegurarse de que la justicia prevaleciera en cada caso que tomaba.
Un día, mientras paseaba por el parque después de un largo día de trabajo, escuchó unos gritos desesperados. Se acercó corriendo y vio a una anciana siendo acosada por un hombre que intentaba quitarle su bolso. Sin dudarlo, Ramón se interpuso y enfrentó al ladrón.
- ¡Déjela en paz! -gritó Ramón con firmeza. El ladrón lo miró con sorpresa, pero al ver la determinación en los ojos de Ramón, decidió soltar el bolso y huir corriendo. La anciana estaba temblando, pero agradecida por la valentía de Ramón.
- Muchas gracias joven abogado, has salvado mi bolso y quién sabe qué más -dijo la anciana con lágrimas en los ojos. Ramón sonrió amablemente y le ofreció acompañarla a su casa para asegurarse de que estuviera segura.
En el camino, la anciana le contó que había sido testigo de cómo muchos jóvenes no intervenían cuando veían injusticias o actos delictivos.
- Es importante ser valiente y hacer lo correcto, incluso cuando otros decidan quedarse al margen -dijo la anciana sabiamente. Ramón reflexionó sobre las palabras de la anciana.
Se dio cuenta de que su deber como abogado iba más allá de los tribunales; también debía velar por el bienestar de su comunidad y defender la justicia en todas partes. Al llegar a casa de la anciana, Ramón se despidió con una sonrisa cálida.
Aquella experiencia le recordó por qué decidió convertirse en abogado: para defender a los indefensos y luchar contra la injusticia dondequiera que se presente. Desde ese día, Ramón se convirtió en un defensor aún más comprometido con su comunidad. Organizaba charlas sobre derechos legales, ofrecía asesoramiento gratuito a quienes lo necesitaban y siempre estaba dispuesto a ayudar en cualquier situación difícil.
Su reputación como abogado honesto e íntegro creció aún más, inspirando a otros jóvenes a seguir sus pasos y recordándoles que siempre es importante hacer lo correcto, sin importar las circunstancias.
Y así, Ramón demostró que la verdadera fuerza no está solo en conocer las leyes, sino también en tener el coraje de defender aquello en lo que cree y proteger a quienes más lo necesitan.
FIN.