El Abogado que Quería Enseñar
Había una vez un abogado llamado Martín, que un día decidió dejar su oficina de leyes para cumplir un sueño: enseñar a los chicos del nivel secundario. Aunque estaba emocionado, también se sentía un poco nervioso. A la mañana de su primer día como profesor, se miró al espejo y pensó:
"¿Y si no les interesa lo que tengo para decir? ¿Y si no me escuchan?"
Él sabía mucho sobre el mundo de las leyes, pero no estaba seguro de cómo compartir ese conocimiento con los estudiantes. Por eso, decidió pedirle ayuda a su amiga Ana, que daba clases de matemáticas.
"¡Ana! Me siento muy nervioso. ¿Qué debo hacer?" le confesó Martín, aun sin quitarse el traje que usaba para ir a la oficina.
"Martín, lo más importante es ser auténtico. Puedes contarles historias de tu vida como abogado, cosas que realmente sean interesantes para ellos. ¡Y no olvides hacer preguntas para que participen!"
Con esos consejos, Martín preparó su clase sobre derechos y deberes de los ciudadanos, pero aún así, no podía librarse de la inquietud del primer día.
Al llegar a la escuela, se paró frente a la puerta del aula, tomando aire profundamente. El timbre sonó y los estudiantes entraron. Algunos charlaban y otros parecían distraídos. Cuando la clase comenzó, Martín se presentó:
"¡Hola, chicos! Soy Martín, su nuevo profesor de Educación Cívica. Hoy hablaremos sobre algo muy importante: nuestros derechos y deberes como ciudadanos".
Los chicos lo miraron, algunos con caras de curiosidad, otros con desinterés. Martín decidió contar un poco de su historia:
"Cuando era chico, siempre soñé con ser abogado porque quería ayudar a las personas a entender sus derechos. Una vez, ayudé a una señora que casi perdía su casa. ¿Saben qué? Ella me dijo que le agradecía por darle voz en un momento difícil."
Los estudiantes comenzaron a prestar más atención. Algunos se sentaron al borde de sus asientos.
"¿Qué derechos creen que tienen?" preguntó Martín, esperanzado.
"¡El derecho a votar!" gritó uno de los alumnos.
"¿Y obligaciones?" siguió Martín.
"¡Hacer la tarea!" dijo una chica risueña.
El aula se llenó de risas y Martín sintió que todo iba mejorando. Decidió hacer un juego para mantener su atención: "Derecho o Deber".
"Voy a decir una frase y si creen que es un derecho levantan una mano, si piensan que es un deber levantan la otra. ¿Listos?"
Las manos comenzaron a levantarse, risas, y distintas opiniones surgieron, algo que Martín jamás había podido imaginar.
Pero cuando todo parecía ir espectacular, un estudiante, que parecía muy serio, levantó la mano.
"Pero, profesor, ¿y si no tenemos derechos a veces?"
Martín respiró hondo. Esa pregunta lo dejó pensando.
"Es verdad. A veces, no siempre se respetan nuestros derechos. Por eso es importante conocerlos para defendernos. Pero también debemos preguntar: ¿qué podemos hacer para que se respeten y ayudar a quienes no tienen la misma oportunidad?"
Los chicos se miraron entre sí, y la conversación comenzó a fluir. Hablaron sobre situaciones que habían visto en sus barrios, la importancia de ayudar a los demás y cómo podrían ser mejores ciudadanos.
Martín sintió como si una gran carga se hubiera levantado de sus hombros. La clase pasó volando, y al final del día, todos sintieron que habían aprendido algo valioso.
Al salir, uno de los chicos se acercó a Martín.
"Profe, quiero ser como usted cuando sea grande, quiero ayudar a la gente también". Martín sonrió.
"Claro, y yo estoy aquí para ayudarte a cumplir ese sueño. ¡Siéntete libre de venir a mi oficina siempre que necesites!"
Martín se sintió pleno: los nervios del primer día se habían transformado en una gran emoción. Había encontrado su lugar entre los jóvenes y había aprendido que ser un buen profesor, también era saber escuchar y compartir. Y así, cada día, Martín llegaba al aula con historias nuevas y muchas ganas de aprender junto a sus estudiantes.
Y así, el abogado que se lanzó a ser profesor no solo les enseñó derechos y deberes, sino que también sembró en cada uno de ellos el deseo de ser mejores personas en la sociedad.
Fin.
FIN.