El abrazo de los colores
En un pequeño pueblo llamado Colorete, vivía un niño llamado Lucas. A pesar de que tenía muchos juguetes y amigos, a menudo se sentía solo. Un día, mientras caminaba por el parque, escuchó risas y se acercó a un grupo de niños que jugaban a la pelota. Al llegar, los demás se miraron y uno de ellos, Tomás, le dijo: "¿Querés jugar con nosotros, Lucas?". Lucas dudó un momento pero, luego de pensarlo, aceptó.
A medida que pasaba el tiempo, Lucas se dio cuenta de que no solo se divertía jugando, sino que también se sentía envuelto en una atmósfera cálida y alegre. Después del partido, Tomás le dio una palmada en la espalda y le dijo: "Buen juego, amigo. ¡Eras un crack!". Lucas sonrió, sintiendo por dentro algo que no había sentido en mucho tiempo: pertenencia.
Al día siguiente, Lucas decidió invitar a sus nuevos amigos a su casa para hacer una pintura gigante en el garage de su papá. Era un mural que representaría la alegría y la amistad. Todos llegaron emocionados, y comenzaron a mezclar colores, reírse y compartir historias. Pero luego, algo inesperado sucedió; Sara, una de las amigas de Lucas, se cortó el dedo con un pincel y comenzó a llorar.
En lugar de ignorar su dolor, Lucas se acercó corriendo y le dijo: "No te preocupes, yo te ayudo". Después de limpiar su dedo y ponerle un poco de curita, los demás niños se unieron y comenzaron a contarle cosas graciosas para hacerla reír. Lucas comprendió que esos momentos pequeños, llenos de cariño y apoyo, eran muy importantes.
Finalmente, el mural quedó espectacular, y todos se reunieron para admirar su obra. "El mejor color de todos es el que nos une", propuso Lucas, y todos asintieron con la cabeza. Desde ese día, Lucas entendió que la afectividad, el apoyo y los abrazos son los verdaderos colores que llenan de vida cada día. Y así, nunca más se sintió solo, porque sabía que en su círculo de amigos siempre tendría el cariño y la calidez que necesitaba.
FIN.