El abrazo de Mateo


Había una vez un hermoso árbol en medio de un frondoso bosque. Este árbol se llamaba Mateo y era muy especial, ya que siempre tenía una sonrisa en su rostro y estaba lleno de hojas verdes y brillantes.

Sin embargo, cada año cuando llegaba el otoño, Mateo comenzaba a sentirse triste. Las hojas de los árboles a su alrededor empezaban a cambiar de color y caer lentamente al suelo, dejando solo ramas desnudas.

A Mateo le preocupaba perder sus hojas, porque pensaba que eso significaba que estaba enfermo o que algo malo le iba a pasar.

Un día, mientras Mateo contemplaba las hojas caídas a su alrededor con lágrimas en sus ojos, escuchó una risa juguetona proveniente del suelo. Se asomó entre las ramas y descubrió a Lucas, un pequeño conejo curioso. "¡Hola Mateo! ¿Por qué estás tan triste?"- preguntó Lucas saltando cerca del tronco del árbol.

Mateo suspiró y respondió: "Estoy triste porque estoy perdiendo mis hermosas hojas. Me siento vacío sin ellas". Lucas se acercó más y dijo con entusiasmo: "¡No te preocupes Mateo! La pérdida de tus hojas es solo temporal. Es parte del ciclo natural de la vida.

Después vendrá la primavera y volverás a tener nuevas y hermosas hojas". Mateo miró fijamente al pequeño conejo con sorpresa e interés. "¿En serio? ¿Volveré a tener hojas?"Lucas asintió con una gran sonrisa en su rostro.

"¡Claro que sí! Además, cuando pierdes tus hojas, puedes aprovechar ese tiempo para descansar y prepararte para crecer aún más fuerte y saludable". Mateo reflexionó sobre las palabras de Lucas.

Comenzó a darse cuenta de que la pérdida de sus hojas no era algo malo, sino una oportunidad para renovarse y fortalecerse. A medida que pasaban los días y las hojas continuaban cayendo, Mateo decidió abrazar el cambio.

Aceptó que perder sus hojas era parte del proceso natural de la vida y comenzó a disfrutarlo. Poco a poco, Mateo se dio cuenta de que durante el otoño podía ver cosas hermosas que antes no notaba.

Los colores brillantes de las hojas caídas en el suelo le llenaban el corazón de alegría. También descubrió que al perder sus hojas, tenía más espacio para recibir la luz del sol y nutrirse mejor. Cuando finalmente llegó la primavera, Mateo estaba emocionado.

Sus ramas comenzaron a llenarse de pequeños brotes verdes y pronto volvió a estar cubierto por un manto frondoso de hermosas hojas. "¡Mira Lucas! ¡Mis nuevas hojitas son aún más bonitas!"- exclamó Mateo emocionado. Lucas asintió con orgullo.

"¡Lo ves Mateo? La pérdida temporal te ha traído un nuevo comienzo lleno de fuerza y belleza". Desde aquel día, Mateo entendió el valor del cambio en su vida. Aprendió a abrazar las diferentes estaciones y a disfrutar de cada una de ellas.

Ya no se sentía triste cuando llegaba el otoño, sino que lo veía como un regalo para crecer con más fuerza.

Y así, Mateo vivió felizmente en aquel bosque, compartiendo su sabiduría con otros árboles y animales que también necesitaban recordar que todo es momentáneo y nos ayuda a crecer con más fuerzas.

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