El Abrazo Perdido



Era un día soleado en la ciudad de Buenos Aires, y Sofía, una niña de diez años, estaba sentada en el parque con su mejor amiga, Valentina.

"¿Viste la última película de los superhéroes?" - preguntó Valentina, comiendo un helado de dulce de leche.

"Sí, ¡fue increíble! Pero, no puedo dejar de pensar en mi mamá..." - respondió Sofía, mirando al suelo. No sabía cómo explicar que, aunque su madre vivía lejos, había mucho por contarle.

Al siguiente día, mientras Sofía caminaba por el parque, vio a una mujer que le resultaba familiar. Tenía el cabello rizado y la mirada dulce que tanto recordaba.

"¿Mamá?" - casi susurró, sus ojos brillar así como los de un niño en la mañana de Navidad.

La mujer se volvió, y un instante eterno pasó entre las dos. Entonces, sonrió.

"Sofía... ¡es vos!" - exclamó la mujer, abriendo los brazos para recibir a su hija.

Sofía se lanzó hacia ella con la fuerza de mil abrazos perdidos. El reencuentro fue como un rayo de sol tras varios días de lluvia.

"No puedo creer que estés aquí, te extrañé tanto..." - dijo Sofía, ahogándose en su abrazo.

"Yo también te extrañé, corazón. He estado trabajando mucho para darles una mejor vida a mamá y a papá y... estoy aquí para quedarme, si me dejas." - respondió su madre con lágrimas de alegría en los ojos.

Pero no todo fue perfecto. Después de unos días juntas, Sofía comenzó a sentir un vacío. Tal vez, en su mente, había construido una imagen de su madre que no correspondía a la realidad. Su madre tenía que salir a trabajar y, a veces, Sofía se sentía sola.

"¿Por qué tenés que irte, mamá?" - preguntó un día, con la voz temblando.

"Porque todavía tengo que trabajar para poder hacer cosas especial para vos. Pero siempre estoy pensando en nosotros, y cuando vuelvo, quiero hacer algo divertido juntas." - respondió su madre, acariciando el pelo de Sofía.

Sofía, al principio, no entendía del todo. Lloró en su habitación. ¿Por qué su madre no podía estar con ella todo el tiempo?

Una tarde, mientras animaba a Valentina a treparse al tobogán, se dio cuenta de algo importante. Los recuerdos que había creado en su mente sobre su madre no eran malos, solo eran diferentes. Sofía comprendió que el amor no siempre se mide en horas, sino en momentos, risas, y la promesa de estar juntos.

Al final del día, Sofía decidió que tenía que hablar con su mamá.

"Mamá, quiero que sepas que te extraño mucho cuando no estás, pero encuentro maneras de sentirte cerca. Como cuando me cuento todas las historias por las noches, como las que me contabas vos..." - confesó Sofía, con un brillo de esperanza en los ojos.

"¡Oh, mi amor! Me encanta que hagas eso. Tu imaginación es poderosa, ¡y tengo que contarte algo! Estoy trabajando en un proyecto especial, algo que siempre hemos soñado juntas. ¡Una fiesta de cuentos!" - la madre sonrió, con total entusiasmo.

"¿Una fiesta de cuentos?" - preguntó Sofía, fascinada.

"Sí, una donde cada niña y niño pueda traer su historia favorita, y yo les contaré la mía. Juntas, haremos algo mágico así que todo el mundo pueda vivir nuestro amor a través de las historias." - su madre propuso.

Sofía aplaudió de alegría, ya instalada en la magia que siempre había querido vivir con su madre. Juntas comenzaron a planear esa fiesta, una experiencia que las uniría no solo a través de la búsqueda de sueños, sino también en la realidad.

El día de la fiesta llegó. Sofía, emocionada, llevó a sus amigos, y todas las niñas y niños se unieron en un festival de cuentos. Su madre, con una sonrisa radiante, narró historias llenas de aventuras. Sofía se dio cuenta de que su madre había llenado su vida de historias que jamás olvidaría.

"Gracias, mamá. Eres más que una madre; eres mi mejor amiga y la narradora de la historia más hermosa que podría vivir" - dijo Sofía, al concluir el evento.

"Y tú siempre serás mi inspiración, mi pequeña soñadora" - respondió su madre, con un abrazo cálido.

Aquella noche, Sofía comprendió que el amor podía sostenerse, incluso en las separaciones. Al final del día, siempre regresaríamos a las historias que compartimos, y eso es lo que verdaderamente importa. Desde ese día, Sofía y su madre se prometieron no solo a reunirse a través de horas, sino también a tejer puentes de palabras y aventuras en sus corazones.

FIN.

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