El abrigo dorado de Sofía



Había una vez en el bosque de la Patagonia, una pequeña sariguella llamada Sofía.

A diferencia de las demás sariguellas, Sofía tenía un pelaje gris y desaliñado, lo cual hacía que los otros animales del bosque se burlaran de ella. Un día, mientras buscaba comida entre los arbustos, Sofía escuchó risitas provenientes de unos pajaritos que estaban posados en una rama cercana. "-Mira esa sariguella fea, parece un montón de hojas secas!" -se burlaron.

Sofía sintió su corazón apretado por la tristeza y decidió alejarse del bosque para buscar un lugar donde pudiera ser aceptada tal como era. Caminó durante días hasta llegar a un prado lleno de flores coloridas.

Allí conoció a Clara, una mariposa muy amable que le ofreció ayuda. "-Hola Sofía, veo que no estás pasando por tu mejor momento ¿puedo ayudarte en algo?" -preguntó Clara con dulzura.

Sofía le contó a Clara sobre cómo se sentía rechazada por su apariencia y cómo había decidido dejar el bosque en busca de un lugar donde pudiera ser aceptada. Clara sonrió comprensivamente y dijo: "-No te preocupes Sofía, la verdadera belleza está dentro de uno mismo.

No importa cómo te vean los demás". Clara llevó a Sofía al lago mágico del prado donde vivían las hadas del agua. Allí conocieron a Estela, la hada más sabia y poderosa del lugar.

Estela les explicó que cada animal tiene un desafío maravilloso que debe superar para descubrir su verdadera belleza. Sofía se emocionó al escuchar esto y decidió aceptar el desafío.

Estela le dijo: "-Querida Sofía, tu desafío será encontrar una flor muy especial en lo más profundo del bosque oscuro. Esta flor te dará la belleza eterna y todos verán lo hermosa que eres". Llena de emoción, Sofía se despidió de Clara y partió hacia el bosque oscuro.

Durante su travesía, enfrentó peligros como ramas entrelazadas y arañas gigantes, pero no se rindió. Finalmente, Sofía encontró la flor mágica escondida detrás de una cascada. La tomó con cuidado entre sus patitas temblorosas y regresó al prado donde estaban Clara y Estela esperándola.

Cuando Sofía llegó al prado, algo increíble sucedió: su pelaje gris y desaliñado se transformó en un brillante abrigo dorado. Los demás animales del prado quedaron asombrados por su belleza radiante.

Sofía comprendió entonces que la verdadera belleza viene del interior de cada ser vivo y que todos somos únicos en nuestra apariencia. Desde ese día, vivió felizmente en el prado rodeada de nuevos amigos que valoraban su autenticidad.

La historia de Sofía nos enseña a nunca juzgar a alguien por su apariencia exterior. Todos tenemos cualidades especiales dentro de nosotros mismos y debemos aprender a amarnos tal como somos. Así como Sofía descubrió su verdadera belleza, también podemos encontrar la nuestra si nos aceptamos y valoramos a nosotros mismos.

FIN.

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