El Abuelito y el Móvil Mágico



En un pequeño pueblo lleno de colores y sonrisas, vivía Tomás, un niño de diez años que estaba emocionado por su nuevo teléfono móvil. Todos sus amigos ya tenían uno, y él no podía esperar para unirse a ellos en las redes sociales. Un día, mientras exploraba las funciones de su nuevo juguete, recordó que su abuelito, Don Pedro, siempre le decía que las palabras y las imágenes tenían poder.

"Abuelito, quiero subir muchas cosas a las redes sociales. Estoy seguro de que seré muy popular", dijo Tomás, con una gran sonrisa en su rostro.

"Es cierto, querido. Pero recuerda, no todo lo que se ve es adecuado para compartir. A veces, hay que elegir muy bien lo que publicamos", respondió Don Pedro, con una mirada sabia.

Tomás decidió hacer caso omiso de esas palabras y comenzó a publicar fotos de todo: su desayuno, su gato, y hasta un video de él bailando en pijama. Cuanto más publicaba, más comentarios y 'likes' recibía. Esto lo hizo sentir como un verdadero influencer, pero pronto se dio cuenta de que no todo era tan sencillo.

Un día, mientras hacía su tarea, escuchó el murmuro de su abuela:

"Tomás, cariño, parece que tu amigo Fede ha hecho un nuevo post. ¿Por qué no lo mirás?"

Tomás se apuró a abrir la aplicación y vio algo que lo sorprendió. Fede había publicado un video de un chico en su colegio, haciéndole una broma.

"¡Esto es horrible!", le dijo Tomás a su abuela.

"Sí, cariño, a veces lo que parece divertido para algunos puede lastimar a otros. ¿Te parece que eso es algo que debería estar en el internet?", preguntó la abuela, con preocupación.

Tomás reflexionó y sintió que algo en su corazón no estaba bien. Sin embargo, dejó pasar el momento. Unos días más tarde, sucedió algo inesperado. Un grupo de chicos comenzó a hacer comentarios crueles sobre el video de Fede, y pronto, ese chico que había sido burlado se sintió triste y solo.

"¡No puede ser!", exclamó Tomás al ver la situación.

Sin pensarlo dos veces, decidió actuar. Abrió su aplicación y escribió:

"Chicos, no está bien lastimar a otros por diversión. Todos somos amigos en esta comunidad y debemos cuidarnos, no hacer daño".

Los comentarios de apoyo comenzaron a aparecer, pero también algunos comentaron que Tomás estaba exagerando. Se sintió vulnerable y pensó en no escribir más. Pero ese mismo día, su abuelito lo encontró sentado en la mesa, pensativo.

"¿Qué pasa, Tomás?", le preguntó.

"Estoy cansado de las redes, abuelito. A veces siento que a nadie le importa lo que escribo."

"Eso puede pasar, pero lo que importa es que uses tu voz para hacer el bien. La honestidad y el respeto siempre deben ser parte de tus publicaciones. Recuerda que en este mundo digital, también hay quien te escucha".

Inspirado por las palabras de su abuelo, Tomás decidió que en lugar de ver las redes como un lugar donde buscar aprobación, las usaría para fomentar la amabilidad.

Al día siguiente, decidió formar un grupo llamado 'Los Guardianes de la Amistad', donde sus amigos y él compartirían publicaciones positivas y alentadoras. Subieron fotos de animales adoptados, mensajes sobre la importancia de la inclusión, y celebraron los logros de todos.

"¡Esto es increíble, Tomás!", comentó Fede al unirse al grupo.

Y así, poco a poco, el espíritu de amistad y apoyo se sembró en el pueblo. La gente ya no quería compartir cosas que lastiman, sino destacar lo bueno. La publicación de esa comunidad se volvió un reflejo de la unidad y el buen trato.

Tomás aprendió que las redes sociales pueden ser una herramienta poderosa, siempre y cuando se usen con responsabilidad y respeto. Al final, se dio cuenta de que lo más importante no era la cantidad de 'likes', sino la calidad de las relaciones que construía con sus amigos.

"Gracias, abuelito. ¡Prometo usar mi móvil mágico para hacer el bien!", exclamó Tomás con una gran sonrisa.

Y así, entre risas y fotos llenas de amor, Tomás y sus amigos comenzaron a escribir una nueva historia en su pequeña comunidad, donde las redes eran un lugar para brillar y cuidarse mutuamente.

FIN.

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