El Abuelo Martín y la Fiesta de la Diversidad
En un pequeño pueblo de Chubut, donde las montañas se encuentran con el cielo, vivía un querido abuelo llamado Martín. Cada tarde, los niños se reunían en su casa para escuchar sus historias llenas de sabiduría. Una tarde de otoño, mientras las hojas caían, el abuelo decidió hablarles de algo muy especial.
"Niños, hoy quiero contarles sobre la cultura mapuche. Es una parte muy importante de nuestra historia, y debemos mantenerla viva para que nunca se pierda".
Los niños se miraron entre ellos, intrigados. Roxana, la más curiosa del grupo, preguntó:
"¿Pero abuelo, cómo podemos ayudar a que la cultura mapuche viva?".
El abuelo sonrió, satisfecho con la pregunta.
"Podemos empezar por aprender las tradiciones, las canciones y las leyendas. Y lo más importante, respetar a todos los que forman parte de nuestra comunidad".
Con cada historia que el abuelo compartía, los niños se iban llenando de entusiasmo. Una idea comenzó a germinar en la mente de un niño llamado Lucas.
- “¡Podríamos hacer una fiesta para celebrar la diversidad!".
"¡Eso sería genial!" dijo Camila, saltando de emoción. "Podríamos invitar a nuestros vecinos mapuches y aprender sus danzas y su música".
El abuelo aprobó la idea e hizo un gesto como si estuviera construyendo un arco con sus manos.
"Así es, niños. Como un arco iris, cada cultura aporta un color diferente al mundo".
Los niños comenzaron a planear la fiesta. Reunieron materiales para hacer carteles, decoraciones y hasta ensayaron algunas danzas. Todas las tardes, después de la escuela, se encontraban en la casa del abuelo Martín.
"Yo traeré el piñón de la cordillera, que es un alimento mapuche muy rico y saludable!" - dijo Leo.
"Y yo prepararé una historia sobre el puma y la serpiente, dos guardianes de la cultura mapuche" - añadió Valentina.
Finalmente llegó el día de la fiesta. El sol brillaba y el aire estaba lleno de risas y colores. Los vecinos comenzaron a llegar, trayendo comida, instrumentos y sonrisas.
"¡Bienvenidos!" - gritaron los niños al unísono.
La alegría se hizo palpable. Los mapuches contaron sus leyendas, los niños compartieron sus historias, y todos juntos aprendieron las danzas tradicionales. La música resonaba, y era como si el tiempo se hubiera detenido en un momento de magia.
Pero, en medio de la fiesta, un grupo de adultos se acercó con rostros serios. Era un grupo de personas que no estaban de acuerdo con la celebración. Uno de los hombres habló y dijo:
"No entiendo por qué están haciendo una fiesta con la cultura mapuche. Eso no es parte de nuestra tradición".
Los niños sintieron que sus corazones se encogían. ¿Acaso estaban haciendo algo malo?
El abuelo Martín, que había estado observando todo, se acercó con calma y respeto.
"Estimados amigos, la cultura no tiene fronteras. Esta fiesta habla de respeto y de aprender unos de otros. Es una oportunidad para compartir y unirnos. Cada uno de nosotros, ya sea mapuche o no, tiene algo precioso que aportar a esta tierra".
La mirada del hombre se suavizó, y luego de un momento de reflexión, dijo:
"Tal vez tengan razón. Quizás estoy siendo un poco rígido".
Los niños, al escuchar esto, comenzaron a aplaudir, y la fiesta volvió a cobrar vida. Se respiraba un aire de reconciliación y creatividad.
Al final del día, el abuelo Martín reunió a todos.
"Hoy hemos aprendido algo muy valioso: cada cultura, como cada hoja de un árbol, es única. Si cuidamos y respetamos la diversidad, nuestro mundo será más fuerte y hermoso".
"¡Sí, abuelo!" - dijeron todos los niños al unísono.
La fiesta terminó, pero las enseñanzas quedaron grabadas en cada corazón. Desde ese día, los niños comprendieron que la diversidad cultural no solo era una celebración, sino una responsabilidad que debían llevar con orgullo.
Y así, el abuelo Martín continuó compartiendo su sabiduría, mientras los niños crecían y se convertían en adultos que cuidaban y respetaban cada rincón de su rica diversidad cultural.
Colorido, feliz y lleno de vida, así era el pueblo de Chubut después de esa fiesta, donde el amor y el respeto por todas las culturas brillaban como las estrellas en el cielo nocturno.
FIN.