El Abuelo Mixe y el Jardín de Sueños
En un pequeño pueblo argentino, donde los cielos son tan azules como el mar y las montañas abrazan la tierra, vivía un niño llamado Lucas. Lucas era un niño curioso, siempre lleno de preguntas y con una sonrisa que iluminaba el día. Él adoraba a su abuelo, don Javier, un indígena mixe que había llegado a ese lugar buscando nuevas aventuras y dejando atrás su hogar en la Sierra Mixe de Oaxaca.
Don Javier era conocido por su bondad y su amor hacia la naturaleza. Tenía un jardín espectacular donde cultivaba flores y plantas de toda clase. Cada mañana, el abuelo pasaba horas cuidando de su jardín como si fuera un tesoro.
-Papaí, ¿por qué cuidas tanto de tus plantas? -preguntó Lucas un día, mientras ayudaba a su abuelo a regar las flores.
-Porque, Lucas, cada planta tiene una historia y cada una nos regala algo especial. -respondió don Javier con una sonrisa cariñosa.
Un día, mientras estaban en el jardín, Lucas notó algo extraño entre las hojas de un arbusto.
-Mirá, abuelo, ¿qué es eso? -dijo Lucas apuntando con su dedito.
Don Javier se acercó y, al mirar más de cerca, descubrió que se trataba de un pequeño huevo de color azul brillante.
-¡Es un huevo de un pájaro! -exclamó don Javier-. Debemos cuidarlo.
Los días pasaron y el abuelo y Lucas se convirtieron en los guardianes del huevo. Cada mañana, se aseguraban de que estuviera seguro y de que la madre pájaro viniera a alimentarlo. Un día, cuando Lucas se despertó, escuchó un suave piar que provenía del arbusto.
-¡Abuelo, el huevo se rompió! -gritó Lucas lleno de emoción.
Don Javier se apresuró a la ventana y vio un pequeño pajarito con plumas de colores.
-¡Qué belleza! Ahora, nuestro nuevo amigo tiene que aprender a volar.
Lucas y su abuelo dispusieron un pequeño espacio en el jardín para ayudar al pajarito a volar. Hicieron una especie de rampa con algunos troncos y hojas. Cada día, alentaban al pajarito mientras él intentaba levantar el vuelo.
-¡Vamos, pajarito! -gritaba Lucas, agitando los brazos como si fuese un pájaro también.
Un día, el pajarito se sentó en la parte más alta de la rampa, miró hacia el cielo y, con un gran salto, comenzó a volar.
-¡Lo logró, abuelo! -dijo Lucas, con los ojos llenos de lágrimas de alegría.
-Así es, Lucas. A veces, para alcanzar nuestros sueños, solo necesitamos un poco de ayuda y mucho amor. -respondió don Javier, abrazando a su nieto.
Sin embargo, algo inesperado ocurrió. Un fuerte viento comenzó a soplar, y el pajarito, asustado, voló lejos del jardín.
-¡No, pajarito! -lloró Lucas.
Don Javier se agachó y miró a su nieto a los ojos, llenos de preocupación.
-No te preocupes, Lucas. Los pájaros siempre regresan a lugares donde saben que hay amor. -dijo con confianza.
Así que, cada día después de eso, Lucas y su abuelo salían al jardín y llamaban al pajarito.
-¡Vuelve, pajarito! ¡Te extrañamos! -decía Lucas, con su vocecita llamando al viento.
Pasaron semanas, y Lucas se sentía triste. Pero un día, cuando menos lo esperaba, escuchó el canto melodioso del pájaro.
-¡Abuelo, el pajarito volvió! -gritó Lucas emocionado.
Y allí estaba, el pajarito vestido de colores brillantes, volando libremente en el jardín, como si nunca se hubiera ido.
-¡Mirá! -gritó Lucas mientras el pajarito aterrizaba suave sobre su hombro.
-Por eso nunca debemos perder la esperanza. -respondió don Javier, llenándose de felicidad.
Desde ese día, Lucas comprendió que el amor y la dedicación nunca son en vano. El Jardin de Sueños de su abuelo no solo era un lugar para las plantas, sino un espacio mágico donde volar también era posible para los sueños, los amigos y aquellos que realmente se preocupan.
Y así, cada vez que disfrutaban de un nuevo día en el jardín, Lucas y su abuelo celebraban no solo la vida de las plantas, sino también la hermosa amistad entre un niño y un pajarito volador.
Y colorín colorado, este cuento se ha acabado.
FIN.