El abuelo Roma y la canción de la guerra




Había una vez en un pequeño pueblo argentino, un niño llamado Roma. Roma era un niño curioso y juguetón, le encantaba pasar tiempo con su abuelo, un hombre sabio y cariñoso. El abuelo de Roma, al que todos llamaban 'Viejo Pancho', solía contarle historias de sus tiempos de jóvenes y de las enseñanzas que la vida le había regalado.

Un día, mientras Roma y su abuelo caminaban por el campo, el Viejo Pancho le contó a Roma sobre la importancia de la paz y la armonía, pero también sobre el valor de la valentía y la determinación. 'La guerra es algo que debemos evitar a toda costa, Roma', le dijo con voz grave. 'Pero a veces, la vida nos pone a prueba y debemos luchar por lo que es justo'. Roma escuchaba atentamente cada palabra de su abuelo, asintiendo con entendimiento.

Unos días después, el pueblo se vio envuelto en una disputa con una aldea vecina. Las tensiones crecían y parecía que la guerra era inminente. El abuelo de Roma, con el corazón apesadumbrado, decidió actuar. Recordó una antigua canción de paz que había escuchado de su abuela muchos años atrás. Creyendo en el poder de la música para unir a las personas, el Viejo Pancho reunió a todos los habitantes del pueblo en la plaza principal.

'-Todos escúchenme!', exclamó el abuelo Pancho, con la voz llena de convicción. '-Hoy, en lugar de alzar armas, alzaremos nuestras voces en una canción que traiga paz a nuestras tierras'. Con emoción, comenzó a entonar la antigua canción, y lentamente, los demás habitantes se unieron a él. La melodía resonó en el aire, elevando los corazones y disipando el odio.

Al final de la canción, un silencio solemne se extendió por el pueblo. Entonces, desde la aldea vecina, un grupo de personas se acercó, también cantando la misma melodía. Las dos comunidades se reunieron en el centro, con lágrimas en los ojos y abrazos cálidos. La guerra se evitó gracias al poder de la música y la valentía del abuelo Pancho.

Desde ese día, la canción de la paz se convirtió en un símbolo de unidad y amistad entre ambos pueblos. Roma aprendió una lección invaluable de su abuelo: que incluso en los tiempos más difíciles, el amor, la compasión y la determinación pueden lograr milagros.

FIN.

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