El abuelo ruidoso y divertido


Benjamin estaba muy emocionado porque su abuelo Koñalo venía a visitarlo. Había oído muchas historias sobre él y sabía que era un hombre muy divertido, aunque también un poco ruidoso.

Cuando Koñalo llegó a la casa de Benjamin, lo recibió con un gran abrazo y una sonrisa. Pero después de unos minutos, empezó a comer todo lo que encontraba en la cocina y a gritar sin cesar.

"¡Qué rico todo esto!", decía Koñalo mientras devoraba las galletitas de la abuela de Benjamin. "¡Y qué linda casa tienes! ¡Es enorme!"Benjamin se sentía incómodo con el comportamiento de su abuelo. No le gustaba cuando gritaba tanto ni cuando comía sin parar.

Pero no quería ser grosero con él, así que decidió hacerle compañía. Después de pasar un rato juntos viendo televisión, Koñalo se levantó del sofá y empezó a dar vueltas por toda la casa.

"¡Qué bonita es esta habitación!", dijo mientras entraba en el cuarto de Benjamin. "¿Puedo ver tus juguetes?"Benjamin asintió con la cabeza y observó cómo su abuelo empezaba a jugar con sus autos y muñecos.

Para su sorpresa, Koñalo dejó de gritar y comenzó a hablarle tranquilamente sobre los juguetes. "Este auto es genial", dijo mientras movía uno por el piso. "¿Te gusta jugar con ellos?""A mí me encanta", respondió Benjamin sonriendo.

De repente, algo extraño ocurrió: Koñalo dejó de ser tan ruidoso y comenzó a comportarse como un abuelo normal. Dejó de comer tanto y empezó a hablar con su nieto sobre cosas que a ellos les gustaban. "¿Quieres que te enseñe cómo jugar al ajedrez?", preguntó Koñalo después de un rato.

Benjamin aceptó encantado y pronto se encontraron jugando una partida en la mesa del comedor. Fue una tarde llena de diversión, risas y nuevos aprendizajes para ambos.

Cuando llegó la hora de despedirse, Benjamin estaba triste porque había disfrutado mucho la visita de su abuelo. Pero también estaba feliz porque había descubierto que no importa cuántos defectos tenga alguien, siempre hay algo bueno en él. "Gracias por venir", dijo Benjamin mientras se despedía de Koñalo.

"Fue una tarde genial", respondió su abuelo sonriendo. "Nos vemos pronto". Y así fue: Koñalo regresó muchas veces más a visitar a Benjamin, pero esta vez sin gritar ni comer tanto.

Habían encontrado un nuevo camino para conectarse y disfrutar juntos como familia.

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