El abuelo sabio


Había una vez un niño llamado Tomás, a quien le encantaban los videojuegos. Desde que llegaba de la escuela, corría rápidamente a su habitación, encendía su computadora y se sumergía en el mundo virtual durante horas interminables.

Pasaba tanto tiempo frente a la pantalla que olvidaba comer y hacer sus necesidades. Un día, mientras Tomás estaba jugando, su abuelo Don Paco entró en su cuarto y se quedó observándolo con preocupación.

El abuelo era un hombre sabio y siempre encontraba la manera de enseñarle cosas importantes a su nieto. "Tomás, ¿me puedes acompañar al jardín? Quiero mostrarte algo muy especial", dijo Don Paco con una sonrisa en el rostro.

Pese a que Tomás estaba emocionado por seguir jugando, decidió darle una oportunidad al abuelo. Juntos salieron al jardín y caminaron hacia un árbol frondoso donde había una pequeña mesa preparada con deliciosos sándwiches y jugos naturales. "¿Qué es todo esto?" preguntó sorprendido Tomás.

Don Paco le explicó: "Este es nuestro espacio especial para compartir momentos inolvidables. Aquí podemos disfrutar de la naturaleza mientras conversamos y nos alimentamos sanamente". Tomás probó uno de los sándwiches y descubrió lo deliciosos que eran los alimentos frescos.

El abuelo aprovechó ese momento para contarle historias sobre aventuras reales e imaginarias sin necesidad de pantallas o controles.

Días después, cuando Tomás volvía a casa después de la escuela, sintió un impulso de dirigirse hacia el jardín en lugar de ir directo a su cuarto. Allí encontró al abuelo, quien lo esperaba con una caja misteriosa. "Tomás, hoy quiero que hagamos algo diferente", dijo Don Paco mientras abría la caja.

"Aquí tengo un juego muy especial para ti". Dentro de la caja había un mapa del tesoro y varias pistas que llevaban a diferentes lugares del vecindario. Tomás se emocionó y decidió aceptar el desafío propuesto por su abuelo.

Durante los días siguientes, Tomás y Don Paco recorrieron parques, plazas y calles siguiendo las pistas del mapa. Se encontraron con personas amigables que les contaron historias interesantes sobre el barrio. Fueron momentos llenos de risas, descubrimientos y aprendizajes.

A medida que avanzaban en su aventura, Tomás comenzó a darse cuenta de lo mucho que estaba perdiendo al quedarse encerrado jugando videojuegos todo el tiempo.

Había dejado de relacionarse con sus amigos y no disfrutaba de las cosas simples como jugar al aire libre o compartir momentos en familia. Finalmente, llegaron al último destino marcado en el mapa: la plaza central del vecindario.

Allí se encontraron con amigos y familiares que habían preparado una fiesta sorpresa para celebrar la valentía y determinación de Tomás. El niño comprendió entonces que había mucho más en la vida que los videojuegos. Aprendió a equilibrar su tiempo entre la diversión virtual y las experiencias reales junto a las personas importantes para él.

Desde aquel día, Tomás disfrutaba de los videojuegos, pero también se aseguraba de salir a jugar al aire libre, compartir comidas en familia y explorar el mundo que lo rodeaba.

Aprendió que la verdadera aventura estaba fuera de la pantalla y que cada momento podía ser una oportunidad para aprender algo nuevo y emocionante.

Y así, Tomás vivió muchas más historias reales e imaginarias junto a su abuelo Don Paco, quien siempre le recordaría lo importante que era encontrar un equilibrio entre el mundo virtual y el mundo real.

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