El Abuelo y el Tesoro de la Iglesia
Había una vez un niño llamado Lucas que adoraba a su abuelo Manuel. Manuel era un hombre sabio y cariñoso, pero ya estaba muy mayor y necesitaba ayuda para caminar.
Un día, Lucas decidió llevar a su abuelo a la iglesia del pueblo para mostrarle su belleza. Al llegar a la puerta, el abuelo Manuel miró con nostalgia el interior del edificio. "¿Qué ves, abuelo?", preguntó Lucas con curiosidad.
Manuel sonrió y le contó a su nieto sobre los tiempos en los que solía jugar allí de niño, cuando la iglesia era también su escuela. Entonces, el abuelo señaló una puerta secreta que solo los más valientes podían descubrir. Lucas, emocionado, decidió explorarla.
Dentro de la puerta, encontraron un cofre viejo y polvoriento. "¿Qué será esto, abuelo?", preguntó Lucas. Manuel, con ojos brillantes, explicó que era un tesoro que la iglesia guardaba desde hacía muchísimos años. Según la leyenda, solo alguien con un corazón puro podía abrirlo.
Juntos, el abuelo Manuel y Lucas intentaron abrirlo con sus manos temblorosas. De repente, se escuchó un clic y el cofre se abrió. Dentro, encontraron viejas monedas y una carta.
La carta revelaba que el tesoro debía ser usado para ayudar a los más necesitados del pueblo. Con lágrimas en los ojos, Manuel y Lucas decidieron cumplir con el deseo del misterioso donante del tesoro. Así, juntos, ayudaron a reconstruir una escuela abandonada y a brindar comida a las familias más pobres.
La noticia de su buena acción se extendió por todo el pueblo, inspirando a otros a colaborar también.
El abuelo Manuel y Lucas entendieron que el verdadero tesoro no estaba en las monedas, sino en la capacidad de hacer el bien a los demás.
FIN.