El Abuelo Zombi y la Tarde de Galletitas
Era una tarde soleada en el barrio de La Colina, donde todo el mundo se conocía y las risas nunca faltaban. En una casa un poco apartada, vivía Don Gustavo, los vecinos le decían cariñosamente 'el abuelo zombi' porque siempre tenía un aire divertido y torpe, como si de vez en cuando se olvidara de cómo comportarse.
Un día, mientras él hacía sus galletitas de avena, su vecino, el señor Carlos, decidió acercarse para ver qué estaba cocinando. Don Gustavo tenía una cocina que se parecía más a un laboratorio de experimentos fallidos que a una cocina normal. Había harina volando por todas partes y el aroma de las galletitas invadía la casa.
- “¡Hola Don Gustavo! ¿Qué está cocinando, un experimento zombi? ” - preguntó el señor Carlos, riendo.
- “¡No, no! Solo son galletitas de avena, pero parece que he invitado a un pequeño desastre a la fiesta” - respondió Don Gustavo, sacudiendo un poco de harina de su barba.
Carlos se acercó para darle una mano.
- “Déjame ayudarlo, antes de que esto se convierta en un gran batido de avena.” - dijo mientras se reía.
Ambos se pusieron a mezclar los ingredientes, pero a medida que la mezcla avanzaba, comenzaron a tener algunos problemas. Primero, un puñado de galletitas se cayó al suelo, luego se les cayó el azúcar, y al final, un globo de masa salió volando como si tuviera vida propia.
- “Mirá, es un zombi con alas” - rió Carlos al ver lo que quedó de masa.
Don Gustavo se rió también, “¡Oh no! Deben tener hambre. Tal vez esos zombi-galletitas vengan a comerse las mías.” Ambos comenzaron a reírse de nuevo, disfrutando de la locura en la cocina.
Una vez que lograron controlar la situación (más o menos), Don Gustavo colocó las galletitas en la bandeja y las metió al horno. Mientras esperaban, decidieron jugar un juego de adivinanzas para pasar el tiempo.
- “A ver, a ver…¿qué es lo que te hace sentir todo enamorado? ” - preguntó Carlos, sonriendo.
- “¡Los dulces! ” - respondió Don Gustavo, emocionado.
- “¿Y los dulces de quién son los mejores? ” - añadió Carlos
Don Gustavo se puso a pensar y dijo - “Yo creo que…de un abuelo zombi que vive en La Colina.” Ambos se dejaron llevar por la risa.
De repente, un fuerte “¡ding! ” indicó que las galletitas estaban listas. Al abrir el horno, una nube de vapor salió, revelando la mejor tanda de galletitas que habían hecho hasta ahora.
- “¡Mirá esto! Estas parecen galletitas de verdad, no zombis ni nada” - exclamó Carlos, maravillado.
- “Eso es porque las hicimos juntos. Cuando trabajamos en equipo, todo es más divertido y sale mejor” - dijo Don Gustavo, orgulloso.
Decidieron llevar algunas galletitas por el barrio para compartirlas. Al salir de la casa, se encontraron con algunos niños que jugaban a la pelota.
- “¡Eh, chicos! ¿Quieren probar unas galletitas caseras? ” - les preguntó Don Gustavo.
Los niños saltaron de emoción.
- “¡Sí, sí! Pero… ¿son de verdad o son zombis? ” - preguntó una niña con una cara divertida.
- “Son galletitas de abuelo zombi. ¡No se preocupen! No muerden, solo alimentan” - respondió Carlos riendo.
Don Gustavo y el señor Carlos repartieron las galletitas entre los niños, y todos disfrutaron de la tarde. Mientras reían y compartían, Don Gustavo se dio cuenta de que lo mejor de la cocina no eran las galletitas en sí, sino los momentos compartidos con los demás.
Al final del día, el abuelo zombi, con su gran corazón, aprendió que lo que da vida a todo es la unión y las sonrisas, y que trabajar en equipo siempre trae sorpresas agradables. Todos regresaron a sus casas con el estómago lleno y el corazón alegre, esperando la próxima tarde divertida con el abuelo zombi y sus galletitas.
- “¡Hasta la próxima, vecinos! ¡Yo seré su chef zombi otra vez! ” - gritó Don Gustavo mientras los niños se alejaban, llenos de energía y dulzura.
FIN.