El acuerdo frutal



Había una vez en un pequeño pueblo de Argentina, un vendedor llamado Don Manuel. Todos los días salía a recorrer las calles con su carrito lleno de frutas y verduras frescas para ofrecer a los vecinos.

Sin embargo, había algo que siempre le dificultaba su trabajo: los ratones. Estos pequeños roedores se metían en su carrito y robaban algunas frutas sin que Don Manuel pudiera darse cuenta.

Intentó atraparlos muchas veces, pero eran astutos y siempre lograban escapar. Un día, mientras Don Manuel caminaba por el mercado, notó algo extraño. Vio a un ratón corriendo entre la multitud, pero este llevaba unas diminutas chanclas en sus patitas traseras.

Sorprendido por lo curioso del asunto, decidió seguirlo sigilosamente. El ratón con chanclas llevó a Don Manuel hasta un callejón donde se encontraba una pequeña casa abandonada. Curioso por saber qué estaba pasando allí dentro, el vendedor decidió entrar siguiendo al ratón.

Dentro de la casa abandonada encontró a varios ratones más usando diferentes objetos como sombreros y bufandas. Parecían estar organizados y tenían todo tipo de cosas robadas: relojes, joyas e incluso monedas de oro. Don Manuel no podía creer lo que veía.

Se acercó al líder del grupo de ratones, que resultó ser el ratón con chanclas que había seguido antes.

"Disculpa" , dijo Don Manuel sorprendido "¿Por qué están robando todas estas cosas?"- El ratón con chanclas miró al vendedor y respondió "Lo siento, señor. No queremos robar, pero no tenemos comida suficiente para alimentarnos a todos. Por eso tomamos algunas frutas de tu carrito. "Don Manuel se conmovió al escuchar las palabras del ratón.

Comprendió que los ratones solo estaban tratando de sobrevivir y encontrar una forma de alimentarse. "Entiendo lo difícil que debe ser para ustedes", dijo Don Manuel con compasión "Pero hay una mejor manera de resolver este problema".

El vendedor propuso un trato: él les proporcionaría comida todos los días a cambio de que dejaran de robar en su carrito y en las casas del pueblo.

Los ratones aceptaron emocionados la oferta y prometieron nunca más robar ni causar problemas. A partir de ese día, Don Manuel llevaba consigo un poco de comida extra para compartir con sus nuevos amigos cada vez que pasaba por el callejón.

La noticia se propagó rápidamente por el pueblo y los vecinos comenzaron a admirar la generosidad y compasión de Don Manuel hacia los pequeños ratones. Todos comenzaron a comprarle frutas y verduras sin temor a que fueran robadas por aquellos traviesos roedores.

Con el tiempo, Don Manuel incluso decidió abrir una pequeña tienda donde vendía productos hechos por los mismos ratones usando materiales reciclados. Los vecinos apoyaron esta iniciativa comprando estos productos únicos y originales.

Así, gracias a la colaboración entre un vendedor generoso y unos ratones ingeniosos, el pueblo prosperó y se convirtió en un ejemplo de cómo trabajar juntos puede traer grandes beneficios para todos.

Y desde entonces, en cada esquina del pueblo se puede escuchar a los niños contar la historia del ratón con chanclas y el vendedor que encontraron una solución pacífica para un problema que parecía imposible de resolver.

FIN.

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