El Ada mágica de colores pasteles



En un rincón del bosque, donde la luz del sol se filtraba a través de las hojas, vivía un ada muy especial llamada Pastelina. Era un hada alegre y divertida, pero lo más sorprendente de ella eran sus colores pastel brillantes que iluminaban todo a su alrededor. Pastelina podía hacer que las flores florecieran en tonos suaves de rosa, azul y verde, y su sonrisa siempre traía alegría a los corazones de quienes la rodeaban.

Un día, mientras Pastelina volaba entre los árboles, escuchó un llanto melodioso que venía del arroyo. "¿Quién llora por aquí?", se preguntó. Al acercarse, descubrió a una pequeña tortuga llamada Turtelina, que estaba triste porque no podía encontrar el camino de vuelta a su casa.

"¿Por qué lloras, pequeña tortuga?", le preguntó Pastelina.

"He perdido el rumbo y no sé cómo volver a mi hogar", respondió Turtelina con lágrimas en los ojos.

Pastelina decidió ayudarla. "No te preocupes, yo te haré una señal brillante con mis colores. Así podremos guiarte de vuelta a casa. Pero primero, necesito que me cuentes cómo es tu hogar".

Turtelina se secó las lágrimas y dijo: "Mi casa está justo al otro lado del bosque, junto a un grande y reluciente lago. Pero hay un camino lleno de obstáculos que me impiden llegar".

Entonces, Pastelina agitó su varita mágica y con un destello de colores pastel, creó un rayo luminoso que apuntaba en dirección a la casa de Turtelina. "¡Listo! Allí está el camino, pero tendrás que ser valiente y confiar en ti misma para superarlo. No temas, yo estaré aquí a tu lado".

Emprendieron el camino juntas y por el camino se encontraron con un arbusto lleno de espinas. Turtelina dudó, pero Pastelina le dijo: "¡Tú puedes! Solo debes ser cuidadosa y paciente".

Así lo hizo, y con calma y determinación, Turtelina logró atravesar el arbusto, dándose cuenta de que tenía más habilidades de las que pensaba.

Más adelante, se encontraron con un pequeño arroyo que parecía difícil de cruzar. "No puedo saltar tan alto", se lamentó Turtelina.

"Pero puedes nadar, ¡usa tus talentos!", la animó Pastelina.

Turtelina sonrió, se sumergió y nadó con confianza, cruzando al otro lado.

Finalmente, llegaron a un gran lago que brillaba como un espejo. En la orilla estaban otros animales de su especie, que al ver a Turtelina, comenzaron a aplaudir. "¡Turtelina, has vuelto!" gritaron.

"Lo lograste, ¡estás en casa!", exclamó Pastelina con felicidad.

La tortuga se volvió hacia el hada, "Gracias, Pastelina, me enseñaste que las dificultades se pueden superar con paciencia y confianza en mí misma".

Pastelina sonrió y dijo: "Cada uno tiene su propia magia, y tú la descubriste en ti misma. ¡Siempre recuerda que no estás sola y que siempre puedes pedir ayuda!".

Con una ola de su varita, Pastelina llenó el lugar de colores pastel que iluminaban el lago, y se despidió. "¡Hasta la próxima aventura!".

Turtelina, ya no triste, miró el lago y sonrió al ver a sus amigos. Comprendió que, a pesar de las dificultades, siempre podría encontrar el camino de vuelta a casa, y que, a veces, la magia más grande está en uno mismo.

FIN.

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