El Adiós de la Mamá Canguro
En un bosque de Australia, vivía una mamá canguro llamada Karina. Karina era muy cariñosa y siempre llevaba a su pequeño cangurito, Carlito, en su bolsa. Pero un día, Karina se dio cuenta de que Carlito ya había crecido. Se veían un par de dientes nuevos en su boca y sus saltos eran cada vez más altos.
Karina pensó: "Es hora de que Carlito aprenda a alimentarse por sí solo. No puedo amamantarlo para siempre."
Una mañana, decidió tener una charla con su hijo. "Carlito, querido, creo que ha llegado el momento de que empecemos a dejar de lado la leche de mamá. ¿Te gustaría probar algunas hojas ricas y jugosas?" -dijo Karina con una sonrisa.
Carlito, viendo la bolsa de su mamá vacía, preguntó con curiosidad: "¿Pero por qué, mamá? ¡Yo aún quiero tu leche!"
Karina se agachó para estar a la altura de Carlito y dijo: "Porque ya sos un cangurito grande y es tiempo de que descubras nuevos sabores. ¡El mundo está lleno de cosas ricas para probar!"
A pesar de sus palabras, Carlito se sintió un poco triste. "Pero yo te quiero, mamá. ¿No vas a ser mi mamá canguro si no me das más leche?"
Karina le dio un abrazo. "Siempre seré tu mamá, Carlito. Y siempre te querré. El amor no se termina, solo evoluciona. Hay tantas cosas que podemos hacer juntos. ¿Te gustaría ayudarme a encontrar la comida?"
Carlito decidió probarlo, así que juntos salieron a explorar el bosque. Al principio, Carlito se mostró tímido y un poco reacio a probar hojas, pero al ver a su mamá disfrutar de una deliciosa hoja verde, comenzó a acercarse.
"¡Mamá, quiero probar una!" -exclamó emocionado. Tomó una hoja y la masticó. Su rostro se iluminó. "¡Está rica!"
Día tras día, Karina y Carlito exploraban juntos. Aprendió a buscar nuevos alimentos, desde hojas hasta frutas. Karina le enseñaba lo que era seguro comer y cuáles eran las delicias del bosque.
Sin embargo, Carlito aún extrañaba momentos especiales con su mamá. "Mamá, ¿podemos tener un momento de abrazo?" -pidió un día.
Karina, entendiendo que los sentimientos de su hijo eran importantes, le dijo: "¡Por supuesto! El amor y los abrazos nunca se acaban. Siempre tendremos esos momentos juntos, siempre serás mi pequeño, aunque crezcas."
Así, con cada día que pasaba, Carlito se hacía más independiente. Un día, se encontró con un grupo de canguros mayores que estaban saltando y jugando juntos. Se sintió tentado a unirse, pero recordó a su mamá.
"Mamá, ¿puedo ir a jugar con los otros canguros?" -preguntó entusiasmado.
Karina sonrió orgullosa. "Claro que sí, Carlito. Eso es exactamente lo que quiero para vos. ¡Divertite!"
Carlito saltó con alegría hacia sus nuevos amigos, y mientras jugaba, se dio cuenta de que había un mundo lleno de aventuras esperándolo. Después de jugar, volvió a casa y corrió hacia su mamá. "¡Mamá, este fue el mejor día de mi vida!"
Karina lo abrazó con calidez. "Me alegra tanto escuchar eso. Estoy orgullosa de ti, sos un cangurito valiente."
Al final, Karina se dio cuenta de que dejar de amamantar no significaba dejar de ser madre. Significaba que su amor podía asumir nuevas formas y que juntos seguirían compartiendo momentos hermosos, llenos de aventuras.
Y así, en el hermoso bosque de Australia, Karina y Carlito siguieron disfrutando de cada día, aprendiendo uno del otro y creciendo juntos, demostrando que el amor de una madre siempre perdura, no importa cuán grande crezcan sus pequeños.
FIN.