El Administrador Emocional



Había una vez un edificio muy especial en el centro de la ciudad. Sus paredes estaban pintadas de colores brillantes, y los flores en los balcones siempre estaban llenas de vida. En este edificio vivía Don Pablo, el administrador, un hombre amable pero que a veces tenía dificultades para controlar sus emociones.

Don Pablo amaba su trabajo, pero se frustraba fácilmente con los propietarios. Un día, Rosa, una señora de un piso alto, decidió hacer una reunión para hablar sobre el ascensor que no funcionaba bien.

"¡Don Pablo! El ascensor hace ruidos extraños. ¿No pensás que deberías arreglarlo ya?" - preguntó Rosa con su voz firme, pero amable.

Don Pablo, sintiéndose un poco atacado, respondió sin pensar:

"¡Pero si el ascensor funciona! Solo se trata de un poco de ruido, no es un problema grave."

Rosa se sintió decepcionada.

"Pero todos lo escuchamos, Don Pablo. Y el tercer piso es muy difícil de subir para algunos mayores..." - agregó, tratando de explicar su preocupación.

Don Pablo se cruzó de brazos y dijo:

"Parece que no están contentos con nada. ¡Siempre se quejan!"

Las palabras de Don Pablo hicieron eco en el salón. Los otros propietarios comenzaron a murmurarse entre ellos.

¡Oh no! Don Pablo se dio cuenta de que había sido demasiado brusco, pero su orgullo lo mantenía en silencio. Sin embargo, algo en el ambiente comenzó a cambiar. Los propietarios empezaron a hablar de cómo su reacción lo había hecho sentir a él.

"No estamos enojados, solo queremos que todo funcione bien. Claro que te apreciamos, Don Pablo" - aclaró Juan, un joven del primer piso.

Esa noche, Don Pablo se preguntó si había hecho lo correcto. Mientras miraba las estrellas desde su ventana, decidió que tenía que aprender a manejar sus emociones.

Al día siguiente, cuando se encontró con Rosa en el pasillo, la saludó con una sonrisa.

"Hola, Rosa. Quiero disculparme por ayer. No debería haber hablado de esa manera. Tengo que aprender a escuchar mejor" - dijo, mirando a los ojos.

Rosa sonrió, sorprendida.

"Gracias, Don Pablo. Todos cometemos errores. ¡A veces, solo hay que tomar un respiro y hablar con calma!"

Decidido a cambiar, Don Pablo propuso una nueva reunión para hablar sobre el ascensor y otros asuntos del edificio.

"¿Qué les parece si me ayudan a encontrar soluciones? Quizás podemos establecer un día al mes para resolver todo lo que nos preocupa." - sugirió.

Los propietarios se miraron entre sí y algunos comenzaron a aplaudir, mientras otros respondían entusiasmados:

"¡Esa es una excelente idea, Don Pablo!" - gritaron varios al unísono.

Con el paso del tiempo, Don Pablo aprendió a manejar sus emociones. En cada reunión, siempre comenzaba diciendo:

"Por favor, siéntanse libres de hablar y expresar lo que sientan" - y así la comunidad fue creciendo unida.

Cuando finalmente decidieron arreglar el ascensor, todos colaboraron, y el edificio brilló más que nunca. Don Pablo sonreía cada vez que escuchaba el nuevo sonido del ascensor funcionando con alegría.

Un día, viendo a todos los propietarios disfrutar de un día en la terraza del edificio, Don Pablo se sintió más feliz que nunca. Había aprendido que manejar sus emociones también significaba cuidar a quienes lo rodeaban y que escuchar era una habilidad muy valiosa.

Y así, el edificio se llenó de risas y alegrías, todo gracias a la transformación de Don Pablo.

Y colorín colorado, este cuento se ha acabado.

FIN.

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